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David Felipe Arranz: «El cine es una caja de resonancia maravillosa que amplifica tus propios sentimientos»

Prototipo del periodista moderno, David Felipe Arranz lucha incansablemente por dignificar su profesión y define su intensa carrera profesional como «incómoda para los mediocres».

Este licenciado en Filología Hispánica, Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Periodismo también es un gran cinéfilo y acaba de coordinar el libro «Sean Connery. El hombre que dijo nunca jamás» (Sílex Ediciones), una increíble obra dedicada al primer James Bond cinematográfico.

Objetividad y sinceridad

Si hay una profesión que siempre está en constante evolución y proceso de actualización es la de periodista. El periodista no es un simple intermediario entre el hecho y el público. Es un artífice, el guía que ayuda a comprender la realidad que nos rodea y los sucesos que ocurren en nuestro día a día. El profesional de la información periodística no se caracteriza por comprender sin más los hechos, sino que busca con rigurosidad y meticulosidad el verdadero significado que poseen esos acontecimientos. Algo que en la mayoría de las ocasiones sabemos ver pero no entender. La objetividad y la sinceridad de estos profesionales son los eslabones imprescindibles para el engranaje de sus proyectos. Deben hacer todos los sacrificios ineludibles para confirmar que el contenido de las noticias sea verídico, esté libre de convencionalismos y se amolde al entorno, y que todas las opiniones incluidas sean mostradas de modo objetivo, independiente y neutral. Los periodistas, además de contarle lo que ocurre de un modo comprensible e interesante a la sociedad, buscan adaptarse también a los cambios del mercado.

En medio de este escenario aparece Internet. La red informática ha cambiado por completo la manera de entender el periodismo. De hecho, ya ha dejado de ser un medio más para convertirse en una herramienta fundamental con la que los periodistas pueden ofrecernos diariamente un trabajo periodístico de calidad. El periodismo del siglo XXI se está adaptando a pasos agigantados a la llamada sociedad de la información y, principalmente, a través del fenómeno Internet ha nacido un nuevo canal de comunicación digital, interactivo y multimedia que supone una nueva forma de fabricar, organizar y divulgar las noticias. Aunque la modernización del periodismo va más allá de tener nociones básicas del uso de Internet o de las redes sociales. 

La era digital ha influido enormemente en el espacio de los medios de comunicación, los cuales están presentes en la red y se reinventan y progresan de forma continua con nuevas herramientas y servicios intentando aprovechar al máximo las ventajas añadidas que proporcionan las tecnologías de la información y de la comunicación. Las TIC se han establecido como las innegables protagonistas del prototipo comunicativo actual y han alterado por completo los hábitos periodísticos. Las oportunidades de modernizar y renovar una noticia en tiempo real, el encanto de nuevas y originales narrativas como el storytelling, o la participación de los usuarios a través de comentarios y reacciones en las redes sociales han supuesto un antes y un después para una profesión a la que todavía le queda mucho por decir.

Siempre en el campo de la Comunicación. Foto:Maica Rivera

Uno de esos periodistas que destacan por hacer de Internet y las redes sociales parte de su trabajo cotidiano es David Felipe Arranz. Un profesional capaz de afrontar los retos que conllevan estos cambios tecnológicos y sociales sin apenas pestañear. Licenciado en Filología Hispánica, Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Periodismo, David es profesor asociado de Periodismo en la Universidad Carlos III, donde imparte las asignaturas de Teoría de la Comunicación Mediática, Radio Informativa y Metodologías de Investigación en Periodismo, profesión que compagina con sus trabajos en los distintos medios de comunicación: radio (dirige y presenta el magacín cultural El Marcapáginas en Capital Radio), prensa (ABCEl Norte de CastillaEl Imparcial), televisión (Secuencias en 24 horas). También es autor de varios ensayos, libros de cine y literatura, sus otras grandes pasiones. Incluso ha hecho sus pinitos en el séptimo arte escribiendo y dirigiendo el cortometraje El secreto de Lisi, cuyo objetivo era promocionar la figura del escritor Francisco de Quevedo y su relación con la que fue su villa manchega, Torre de Juan Abad.

Este joven periodista vallisoletano, emprendedor y cargado de positivismo y nuevos proyectos, se lanza de cabeza a rastrear sus dotes como gran comunicador del mundo en cualquier medio, por muchos obstáculos que le pongan en la vida. Su capacidad única para relatar el día a día con criterios y ética periodística, en lugar de
confiar en la experiencia que le otorga el haber ejercido su rol en diferentes medios, le convierten en el periodista por antonomasia. 
David no para ni un segundo quieto y acaba de coordinar un maravilloso libro titulado Sean Connery. El hombre que dijo nunca jamás (Sílex Ediciones), dedicado al mejor James Bond de la historia del cine. Un volumen imprescindible para todos los cinéfilos en el que colaboran diecisiete firmas de corroborado prestigio como Fernando Alonso Barahona o Gerardo Sánchez
Y ¿por qué no... «la vida comienza al tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro»?
Pregunta. A pesar de tu juventud tienes una trayectoria profesional impresionante como periodista y escritor. Eres profesor asociado de la Universidad Carlos III de Madrid desde septiembre de 2008. También formas parte del equipo de Secuencias en 24, el programa de cine del Canal 24 Horas que dirige Moisés Rodríguez. Colaboras en Castilla y León TV cada lunes con La biblioteca secreta, una sección dedicada a los grandes genios de la literatura universal. Además, escribes habitualmente en El Norte de Castilla, El Imparcial, El Huffington Post, La Vanguardia, ABC, CTXT, Versión Original y Making of: cuadernos de cine y educación. ¿Cómo consigues sacar tiempo para trabajar tanto?
 
Respuesta. El tiempo es relativo. Si haces lo que te gusta, todavía encuentras que te sobra. Y yo creo que ese es mi caso: ¡debería rendirme más! Lo de mi «juventud» lo pondría en cuarentena: ya he llegado al ecuador de mi vida sin enterarme, si bien los cuarenta son los nuevos veinte, según dice el eslogan. Es cuestión de organizarse y de que te guste lo que haces.
 
 
P. A pesar de todos los éxitos que has conseguido hasta el momento, ¿qué es lo que te queda todavía por hacer?
 
R. Formar una familia, por lo menos tan unida como la mía. Ya planté varios árboles en nuestra finca de Valladolid que ahora son gigantes y me mareo al verlos de lo enormes que están, ya escribí varios libros y ahora me falta lo del hijo. Veremos. Para muchas personas –a la vista está– tener un hijo carece de la trascendencia sagrada que muchos le damos: es el paso más importante que pueda uno dar en la vida, la mayor responsabilidad.
 
 
P. ¿Cuándo comenzó tu andadura profesional en el mundo del periodismo y de la literatura?
 
R. En el año 2000, cuando creé El Marcapáginas para Radio Círculo, del Círculo de Bellas Artes. Entonces dirigía la institución con tino y olfato cultural mi querido César Antonio Molina. Lo que vino a continuación, tras su partida a dirigir el Instituto Cervantes, fue la itinerancia del programa por varias emisoras. Molina, poeta y escritor, además de gestor cultural, es uno de los grandes actores culturales que ha tenido este país: ojalá tuviésemos más como él, pero no son abundantes.
 
 
P. ¿Cómo definirías tu carrera profesional como escritor y periodista hasta el momento?
 
R. Heterodoxa. Rebelde. Inconformista. Singular. Difícil. Poco práctica. Nada amable con el poder político. Muy incómoda para los mediocres. Manifiestamente mejorable, en cualquier caso: soy muy exigente conmigo mismo. Vendrán cosas mejores, más trabajo, más esfuerzo, más aprendizaje placentero, más amigos…
 
 
P. ¿Cuáles son tus primeros recuerdos literarios y cinematográficos?
 
R. Literarios, una versión de Don Quijote de la Mancha publicada por la Caja de Ahorros en 1978 con las célebres ilustraciones de Gustave Doré en Imag-Color, que eran dioramas hechos con figuritas de barro, como en los nacimientos: me parece una obra maestra y me dejó marcadísimo, porque entendí, al ser fotografías, que eran de verdad. Con respecto al cine, vi la que pudo ser mi primera película con tres años, El fantasma de la ópera (1962), de Terence Fisher, emitida por TVE el 14 de octubre de 1978. Me dejó aterrorizado y la vi escondido detrás del sofá. Después, ese mismo año, me llevaron mis padres al Teatro Calderón a ver una reposición de La Cenicienta (1950).
La Literatura y el Cine como forma de vida. Foto: Miguel Garrote
P. ¿Por qué te gusta tanto el cine? 
 
R. Porque me permite soñar y vivir otras vidas mejores que esta, que nos la están haciendo muy difícil. El cine es una caja de resonancia maravillosa que amplifica tus propios sentimientos. Y, como diría Stanley Cavell, el cine nos hace mejores: film as a means of bettering ourselves. Mis padres me matricularon entre los ocho y los doce años en el Cinematógrafo de la Caja de Ahorros Popular, donde veíamos cada matiné de los sábados un clásico y después había un coloquio, hacíamos una revista, revelábamos fotografías en la cámara oscura y hacíamos sombras chinescas. Son mis años de formación cinéfila y sus coordinadores, Luis Martín Arias y Pedro Sainz Guerra, nos trataban como a auténticos adultos, a chavales que no llegábamos a la adolescencia, pero que disfrutábamos viendo en pantalla grande Ben-Hur, Una tarde en el circo, Solo el valiente, Calabuch, El sargento York, La diligencia, El maquinista de la General, La ciudad sumergida o Dos hombres y un destino. Recuerdo perfectamente cómo aplaudíamos al terminar, las conversaciones en los pasillos de la sala de la Fuente Dorada, la atmósfera especial que se creaba, el deseo de vernos lo antes posible en una semana y el nivel cultural que había allí entre los más pequeños. Íbamos a comprar los libros en los que se basaban las películas, los primeros VHS en cuanto los editaron para seguir gozando con la experiencia… Ese placer ahora entre los pequeños es imposible.
 
 
P. ¿Cómo crees que será el cine del futuro?
 
R. Será otra cosa, si es que sobrevive: pantallas pequeñas, en casa, de forma individual y reconversión en microseries. Ya no habrá esa atmósfera, ese calambrazo colectivo casi sacrosanto en la sala oscura. La pandemia ha sido el acelerador de este proceso. Los departamentos de mercado estudian la media que el público juvenil es capaz de ver de un tirón una historia audiovisual; así que olvidémonos ya de Orson Welles y de Joseph L. Mankiewicz. Vamos a un relato fragmentado pero que se entiende en cada una de sus pequeñas unidades: y cada uno en su casa y Dios en la de todos.
 
P. El magacín cultural El Marcapáginas, que se emite actualmente en Capital Radio y por el que has ganado el prestigioso premio Antena de Plata 2018, cumplió el año pasado dos décadas de emisión ininterrumpida. ¿Qué tiene El Marcapáginas para ser, junto con El Ojo Crítico de Radio Nacional de España, el programa más longevo de la radiodifusión española dedicado a la literatura? 
 
R. Tiene a un loco de la literatura detrás, que quiso crear en septiembre de 2000 una especie de club de los amantes de la cultura, una hermandad de lectores y de personas excepcionales, de buenos amigos, algunos de los cuales aún me acompañan: Guillermo Balmori, Luis Miguel Rodríguez o Jaime Vicente Echagüe. Luego este loco se dio cuenta de que los deseos y la realidad no son la misma cosa, de manera que he ido cincelando mi visión de la vida gracias en parte al programa, que ha funcionado maravillosamente como testeo. El camino ha sido rico y largo, y tan sembrado de epifanías, descubrimientos y seres extraordinarios como de algunos «accidentes» o deslealtades. Es la vida. En esto de lo audiovisual hay mucho fake, mucho ego en juego y hay que andar con ojo avizor.
 
 
P. ¿Cómo surgió la idea de poner en marcha un proyecto de estas características?
 
R. A la vez que me fui de Valladolid a Madrid a estudiar periodismo, me formé en la escuela de Radio España con Julián Lago, mi tío, cuando dirigía La espuela, todas las noches, de doce a una y media de la madrugada, y quise montar un magacín por mi cuenta, pero solo de contenidos culturales. La suerte que tuve fue que en 2000 mi querido César Antonio Molina, al que ya he mencionado, acababa de montar Radio Círculo en el Círculo de Bellas Artes y me dio luz verde para montar allí El Marcapáginas. Fueron unos inicios inolvidables y estuvimos allí cinco años… hasta que llegó el equipo del nuevo director, Juan Barja, y lo tumbó. Después, el programa ha itinerado por varias emisoras, como Radio Cervantes, Radio Inter, Gestiona Radio y Capital Radio.
 
 
P. ¿Qué sentiste cuando recibiste la Antena de Plata? 
 
R. La fugacidad de todo. El de contemptu mundi de Bernardo de Morlaix o el vanitas vanitatis del Libro del Eclesiastés. Quédate con el que quieras. Soy consciente de que caminamos por el alambre, en esto y en todo, y el que crea que ha alcanzado el Olimpo de los dioses, pronto probará las cenizas. Fue un acicate para seguir adelante, luchando por la cultura, y lo más bonito es que me lo entregaron los compañeros de profesión.
El trabajo en equipo es fundamental
P. ¿Nos puedes contar algunas de las anécdotas más curiosas que te han ocurrido durante la realización de tu programa? 
 
R. Invité en una ocasión al programa a José Luis de Vilallonga y, le gustó tanto, que se convirtió en tertuliano habitual. Después, tomábamos una copa con todos y seguíamos de tertulia, y cuando estábamos en casa, llamaba por teléfono a José Luis, sobre todo cuando él se había dado cuenta de que me había gustado tal o cual chica, para pedirle consejo. También recuerdo el paso por el programa de Román Gubern, Gonzalo Suárez, Basilio Martín Patino, Julio Diamante o Rosa Montero.
 
 
P. En unos momentos en los que la gente cada vez lee menos, ¿seguimos necesitando más que nunca libros como has afirmado en varias ocasiones?
 
R. Cuanto más se combata al libro, más se desatienda a los editores y más se castigue al sector, más en peligro estará la democracia. Es una relación directa. Y ahora estamos en un momento muy crítico, agravado por la maldita pandemia. Los editores y los propietarios de negocios relacionados con la cultura están haciendo un esfuerzo sobrehumano y silente; solo podemos admirarlos y apoyarlos. 
 
 
P. Todos los viernes te podemos ver junto al periodista y presentador de televisión Moisés Rodríguez y al editor y escritor de libros de cine en Notorious Ediciones Guillermo Balmori en Secuencias en 24 horas. ¿Qué destacarías de tu labor en este programa? 
 
P. Hemos formado un equipo muy especial. Yo hacía veinte años que había fichado a Guillermo para El Marcapáginas y en seguida nos dimos cuenta de que compartíamos devoción por el cine clásico. Y hace tres temporadas Moisés montó su Secuencias en 24 horas, que va como un tiro. Mi papel es aportar lo poco que sé de cine en media hora que se nos pasa volando. Y el aliciente de verme semanalmente con dos amigos estupendos para hablar de cine y recomendar libros: es un lujo de programa, una suerte poder trabajar en esto.
 
 
P. 1939. El mejor año de Hollywood, El universo de Howard Hawks, El mago de Oz. El libro del 80 aniversarioEl universo de Gary Cooper... Tu colaboración con Notorious Ediciones es muy extensa y fructífera. ¿Qué biografía sobre un actor, actriz y/o director te gustaría escribir? 
 
R. Sobre Maximilian Schell, pero Notorious lo descarta, y con toda la razón, porque no es una figura tan conocida como los ídolos de la Edad de Oro de Hollywood. Pero seguro que algo sacaré sobre él más adelante.
 
 
P. Entre tus publicaciones más recientes destacan Cine y moda. ¡Luces, cámara, pasarela! y, sobre todo, Las cien mejores películas sobre periodismo. ¿De dónde nace este interés por las películas sobre el mundo del periodismo? ¿Han influido en tu vida este tipo de filmes?
 
P. El primer libro fue un encargo al que me comprometí casi por accidente porque un cliente de un amigo quería promocionar su película, Chicas paranoicas (2015), y escribir en un libro sobre cine y moda. Luego salió un libro precioso. Con respecto al otro, creo que es una de las profesiones más fácilmente guionizables de todas, por lo que tiene de aventurera, romántica, tragicómica y despiadada. Tiene amor, peligro, entusiasmo, lucha titánica contra los poderes y los intereses de las élites… y un final no muy feliz o, si se quiere, agridulce. El sistema regula los intentos de la prensa libre por informar de sus desmanes a la ciudadanía: cierra cabeceras, desinforma pagando a medios afines y, si hace falta, los mata. La parte pasional me atrae también y me dejé influir. Pero tienes que pagar el peaje, pasar antes por ese atropello sentimental y transitar varios años en la «UVI», dejarte destrozar para, finalmente, descubrirlo. Todo eso está ya en el cine, desde Luna nueva a Íntimo y personal, pasando por Amor y periodismo: el periodismo y las ambiciones ganan, y el amor –si alguna vez lo hubo– pierde.
 
 
P. ¿Crees que este género cinematográfico es más didáctico e instructivo que el resto?
 
R. No. El histórico lo es más, a pesar de los muchos anacronismos y errores en los que ha incurrido. Ves Ben-Hur y te haces una idea de cómo funcionaba el Imperio Romano en tiempos de César Augusto, o El señor de la guerra, El último valle o El nombre de la rosa y entiendes perfectamente el Medioevo. Y así en cada época: incluso el cine actual, de estreno, no histórico, documenta la época contemporánea. Ya es un documento en sí mismo. Todo el cine de la Movida madrileña nos ayuda a entender, por ejemplo, con cintas como Arrebato o el cine de los Almodóvar y Fernando Colomo que los techos de libertades en la España de la década de los años ochenta eran más altos que los de ahora.
 
 
P. La mayoría de las películas que aparecen en este libro están inspiradas en novelas. ¿Cuáles son tus novelas y películas, basadas en el periodismo, favoritas?
 
R. Me gusta mucho Network porque Paddy Chayefski fue un visionario. Novela y guion fueron gestados al unísono y el libro es magnífico. En cuanto a películas, me gusta además de Network una magnífica película, El dilema, de Michael Mann, que transcribe las conversaciones y las luchas que mantuvieron Mike Wallace y Lowell Bergman contra la industria del tabaco y contra la dirección de la CBS. También destacaría Mientras Nueva York duerme, basada en una novela de Charles Einstein, o Más dura será la caída, a partir de una novela de Budd Schulberg.
«El cine es una evolución de la literatura». Foto: Miguel Garrote
P. Otro de tus libros más aclamados es Indios, vaqueros y princesas galácticas. Los rebeldes del cine, una antológica selección de algunos de tus trabajos, relacionados con el cine, que has publicado a lo largo de más de una década en El Huffington Post, CTXT, El Norte de Castilla, Versión original y Making of: cuadernos de cine y educación. ¿Cuáles son tus indios, vaqueros, princesas galácticas y rebeldes favoritos de la historia del cine? 
 
P. Mis indios favoritos son los indios navajos que rescató John Ford para sus películas y vestirlos como los belicosos apaches; con respecto a los vaqueros, me quedo con el Jack Burns (Kirk Douglas) de Los valientes andan solos (1962), de David Miller y escrita por Dalton Trumbo, y con el protagonista de La balada de Cable Hogue (1970), de Sam Peckinpah, al que da vida un inolvidable Jason Robards. Me fascina también el Tom Doniphon (John Wayne) de El hombre que mató a Liberty Valance (1962), de John Ford, heredero del Ethan Edwards de Centauros del desierto. Me gustan mucho en el wéstern los personajes interpretados por Alan Ladd, Burt Lancaster, Gary Cooper, Ernest Borgnine, William Holden, Glenn Ford, Eli Wallach, Tomas Milian o Lee Van Cleef, Jack Elam y últimamente Kurt Rusell ha hecho unos trabajos estupendos en Bone Tomahawk (2015) y Los odiosos ocho (2015). 
 
 
Para princesas galácticas, por encima de todas está la princesa Leia de La guerra de las galaxias (1977) y sus dos continuaciones, pero sin olvidar a Stella Star (Caroline Munro) de Star Crash, choque de galaxias (1978), de Luigi Cozzi ni a la sensual St. Exim (Sybil Danning) de Los siete magníficos del espacio (1980), si bien la Jane Fonda de Barbarella (1968) hizo –y hace– furor. Pensemos que en los guiones de George Lucas intervino la guionista de Howard Hawks, Leigh Brackett, responsable del carácter intrépido de Leia Organa. Wéstern y ciencia ficción se dan la mano en estas poderosas y sensuales mujeres que empuñan una espada láser, la fantasía del empoderamiento femenino hecha realidad. Son herederas de mujeres fuertes del wéstern como la Vienna (Joan Crawford) de Johnny Guitar (1954), la Perla (Jennifer Jones) de Duelo al sol (1946), la Reed Bowman (Jeanne Crain) de La pradera sin ley (1955) y la Altar Keane (Marlene Dietrich) de Encubridora (1952).
 
 
P. El wéstern es el género que probablemente mejor defina a la industria cinematográfica de los Estados Unidos. ¿Qué importancia ha tenido este género en la historia del cine?
 
R. Toda. Sin el wéstern no se entiende el cine, porque es la historia de los Estados Unidos y cuando nació el cine aún vivían sus héroes de leyenda: Wild Bill Hickock murió en 1876 y Clifford Smith ya filmó su biopic en 1923. Wyatt Earp falleció en 1929, Charles Vidor contó su gesta a renglón seguido en El valiente de Arizona (1935) y John Ford contó su historia en Pasión de los fuertes (1946); y además ha llegado su influencia a otras latitudes, como la española, donde vemos cómo Carne de horca (1953) o La cólera del viento (1971) son auténticos wésterns. Incluso la aventura se contagia del espíritu del wéstern, como El tesoro de Sierra Madre (1946), de John Huston, o Arenas de muerte (1957), de Henry Hathaway; o el género bélico, como Infierno en el pacífico (1968), de John Boorman.
 
 
P. ¿Cuál es tu wéstern favorito? 
 
R. Depende del momento. Centauros del desierto, probablemente, pero Grupo salvaje (1969) o Pat Garrett y Billy el Niño (1973) son una debilidad. 
 
 
P. ¿Cuál es el director de wésterns más emblemático? 
 
R. John Ford. Pero Clint Eastwood no le va a la zaga.
 
 
P. ¿Cuál es el actor de wésterns más importante? 
 
R. John Wayne es el más icónico, pero no sé si el más «importante». Añádase a Gary Cooper, por supuesto.
 
 
P. En Héroes y villanos en el cine. De Shakespeare a Indiana Jones analizas detenidamente los arquetipos que tantas veces hemos visto en el séptimo arte. ¿Cuáles son las principales diferencias entre el héroe literario y el cinematográfico? 
 
R. Ninguna y todas. El cine es una evolución de la literatura, pero es más limitante y mostrativo, si te refieres a eso. Cuando ves la película que adapta una novela, ves una «lectura» del director, pero no es tu lectura, ni siquiera la del autor. Te gustará más o menos la película, pero la literatura es muchísimo más rica que el cine porque permite soñar más, tu imaginación trabaja más y puede incluso hacer variantes durante la lectura: el cinematógrafo es audiovisual. Pensemos en El castillo de Kafka, que llevó al cine Rudolf Noelte en 1968, en Alemania del Oeste. Es una joya del cine europeo que se acerca mucho al original, pero no llega a alcanzar el delirio abismado de su lectura, porque tú lees directamente a Franz Kafka, no a un intérprete.
«Todas las oportunidades marcan el transcurso de nuestra vida, incluso las que dejamos ir». Foto Miguel Garrote
P. Siempre se ha dicho que cada historia necesita un héroe que combata a los villanos más astutos y busque el bienestar de los demás. ¿Cuáles son tus héroes y villanos literarios y cinematográficos favoritos? 
 
R. Literarios me gusta el Grigori Pechorin de Un héroe de nuestro tiempo, de Mijaíl Lérmontov, porque tiene trazas de antihéroe. Me fascina el punto de vista del joven Trotta de La cripta de los capuchinos de Joseph Roth. Me gusta mucho también Tartarín de Tarascón, creado por Alphonse Daudet, el Cosimo de El barón rampante de Italo Calvino y su trilogía Nuestros antepasados… Y, por supuesto, don Quijote de la Mancha es el gran personaje de la historia de la literatura. Como villano, me quedo con el capitán Ahab de Moby Dick, de Herman Melville. 
 
 
P. También has coordinado varios volúmenes como Amores de cine. Pasiones más allá del celuloide y prologado otros, como Breve historia del marcapáginas de Massimo Gatta o Archivos secretos de Sherlock Holmes. El detective privado de ficción Sherlock Holmes, creado por sir Arthur Conan Doyle, es otra de tus grandes pasiones. ¿Qué es lo que tiene este personaje para que te guste tanto? 
 
R. La infalibilidad de la mente analítica y observadora. El precedente de la ciencia moderna. La lucha contra el crimen que después retomará en la ficción el universo de los superhéroes.
 
P. ¿Cómo surgió la idea de publicar un libro sobre Sean Connery? 
 
R. Fue el mismo día de su fallecimiento, el 31 de octubre. Me puse en contacto con el editor de Sílex, Ramiro Dominguez, para coordinar un volumen colectivo dedicado al legado cinematográfico de Sean Connery y me dio luz verde. Había un gran vacío bibliográfico sobre el actor escocés en España y me parecía necesario por la repercusión y trayectoria del intérprete. 
 
 
P. ¿Cuál es tu gran amor y/o pasión cinematográfica? 
 
R. Tengo muchos: Orson Welles, Ingmar Bergman, Andréi Tarkovsky, Basilio Martín Patino, Gonzalo Suárez… Y como actor-director, el intérprete austriaco Maximilian Schell, que fue un brillantísimo director y la gente no lo sabe: Cuentos de los bosques de Viena, Primer amor, El peatón, Marlene, Mi hermana Maria
 
 
P. ¿Cuál ha sido el reto más importante al que te has enfrentado durante tu brillante carrera profesional?
 
P. Si quitas lo de «brillante», te contesto: el que está por llegar.
 
 
P. ¿Qué valores y competencias hay que tener para dedicarse a tu profesión? 
 
R. Constancia, lealtad, pasión, honradez y sentido ético del oficio. Y capacidad de soñar, de creer en un sueño imposible. De lo contrario, no llegarás a ninguna parte, aunque se nos aconseje constantemente lo contrario.
 
 
P. ¿Qué importancia tienen las redes sociales en el periodismo y la literatura? 
 
R. Depende. A corto plazo, mucha para según quién. A largo plazo creo que ninguna: las redes son la espuma de los días y se deshace muy pronto, afortunadamente. Solo quedan los libros, las artes, el cine y el teatro. Lo demás es vanidad.
 
 
P. ¿Qué consejos les darías a una persona que quiera dedicarse a tu profesión? 
 
R. Que no lo haga. Son malos tiempos para la lírica. Si se empeña, entonces que se arme de mucha paciencia y de tesón.
 
 
P. ¿De cuáles de tus obras te sientes más orgulloso?
 
R. De la que está por venir.
 
 
P. ¿Cuáles son tus actores favoritos (españoles y extranjeros)? 
 
R. Españoles: Fernando Fernán Gómez, José Sacristán, Alberto Closas, José Luis López Vázquez (un genio), José Luis Ozores y el último José Coronado… 
 
Extranjeros: Charles Chaplin, Alec Guinness, William Holden, Maximilian Schell, James Mason, George Sanders, Christopher Plummer, Sean Connery, Donald Sutherland… 
 
 
P. ¿Cuáles son tus actrices favoritas (españolas y extranjeras)? 
 
R. Españolas: Concha Velasco, Maribel Verdú, Bárbara Lennie, Aitana Sánchez-Gijón, Amparo Soler Leal…
 
Extranjeras: Marilyn Monroe, Ava Gardner, Ingrid Bergman, Grace Kelly, Rita Hayworth, Ginger Rogers, Claudia Cardinale, Sienna Miller, Naomi Watts, Rachel McAdams, Imogen Poots, Michelle Monaghan, Naomi Harris, Kate Beckinsale, Greta Gerwig, Jessica Chastain…
 
 
P. ¿Cuáles son tus directores favoritos (españoles y extranjeros)? 
 
R. Españoles: Luis Buñuel, Ladislao Vadja, Edgar Neville, Basilio Martín Patino, Gonzalo Suárez, Francisco Regueiro, Miguel Picazo, Carlos Saura… 
 
Extranjeros: Orson Welles, C.T. Dreyer, Stanley Kubrick, Richard Fleischer, Carol Reed, Ingmar Bergman, Manoel de Oliveira, Theo Angelopoulos, Federico Fellini, Alain Tanner, Alain Resnais, Tarkovsky, Milos Forman, Maximilian Schell…
 
 
P. ¿Cuáles son tus películas favoritas (españolas y extranjeras)? 
 
R. Muchas. Depende del momento, pero El cebo (1958) de Ladislao Vajda me gusta mucho hoy. Y Madrid (1987), de Basilio Martín Patino es hipnótica, así como Epílogo (1984), de Gonzalo Suárez. Me gustan Sed de mal (1958), de Orson Welles, El tercer hombre (1949), de Carol Reed, o Providence (1977), de Alain Resnais, y en general todo lo metaficcional y metanarrativo. Me gusta mucho Rosenkrantz y Guildestern han muerto (1990), de Tom Stoppard.
 
 
P. ¿Cuáles son tus escritores favoritos (españoles y extranjeros)? 
 
R. Cervantes, Shakespeare, Laurence Sterne, Dostoyevski, Dante, Francisco de Quevedo, Luis Cernuda, George Steiner, Harold Bloom, Umberto Eco, Susan Sontag o Gore Vidal.
 
 
P. ¿Qué otras aficiones tienes aparte de la literatura y del cine? 
 
R. El teatro: soy adicto y me lo chuto en vena a diario. Después la ópera, la música clásica, las artes plásticas y, sobre todo, las buenas personas.
 
 
P. ¿Nos puedes adelantar algunos de tus próximos proyectos? 
 
R. El volumen España sin resolver. Crónicas de la postransición (2010-2020), en Pigmalión. Y la segunda entrega de los Nuevos archivos secretos de Sherlock Holmes, en Funambulista, con cuatro nuevas aventuras apócrifas del héroe de Conan Doyle en manos de sus imitadores.
 
 
P. ¿Les puedes mandar un mensaje de agradecimiento a tus seguidores?
 
R. Sí, que me siento muy acompañado. Y que se protejan mucho del coronavirus oriental: mata.

Moviéndose entre diferentes campos culturales -literatura, cine, música, ópera, etc.- este periodista no deja de sorprendernos atendiendo a las diversas labores que le ocupan su tiempo vital (escritor, crítico, colaborador, espectador…) dejando una huella indeleble en nuestra cultura social. Hoy David Felipe Arranz nos ha mostrado parte de sus íntimos deseos y aficiones. ¡Gracias maestro por atendernos y mostrarnos parte de tu intimidad!

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David Felipe Arranz

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LinkedIn: David Felipe Arranz

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