Entrevista a Emilio Dumas Parte II
Continuamos hablando con Emilio Dumas, antiguo director comercial y luego director general de Toshiba (Dynabook), sobre su primer libro: «Mi vida en La Galerna. Cine e historias de madridismo» (Editorial Círculo Rojo), una extraordinaria selección de recuerdos personales de la infancia, numerosas vivencias, películas favoritas, y personajes reales y de ficción, siempre con el Real Madrid como gran protagonista.
Este brillante licenciado en Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid colabora desde hace años en «La Galerna», un portal de opinión y entrevistas relacionadas con el Real Madrid, creado por el economista, productor en medios, bloguero y escritor Jesús Bengoechea.
Emilio sigue los pasos del genial cineasta John Ford en Monument Valley, el enclave de Arizona donde rodó muchos de sus wésterns y por donde cabalgaba John Wayne, su actor favorito.
Editorial Círculo Rojo es la editorial de autoedición más conocida de Europa y la mejor solución para todos aquellos autores que buscan el control total de sus ejemplares, edición, distribución y venta.
Si no has podido leer la parte I de la entrevista puedes hacerlo aquí.
Pregunta. ¿Por qué es tan importante John Ford en la historia del cine?
Respuesta. Ford siempre habla con agradecimiento de sus ilustres predecesores como D. W. Griffith, sobre todo, con el que llegó a trabajar. Para mí, lo que más destacaría es lo bien que sabía siempre dónde colocar la cámara. Se puede hacer un ejercicio, por ejemplo, viendo plano a plano una joya como La diligencia, y ver que cada plano es como una fotografía en la que cada personaje, objeto o parte del paisaje tiene su importancia. Nada está improvisado. Colocar la cámara, una excepcional fotografía, el ritmo de cada escena, siempre magníficamente acompañado por la sintonía musical. Cada segundo que vemos en cada película de John Ford es simple y llanamente cine.
Ford hacía pocas tomas, porque siempre sabía exactamente lo que quería y por eso no malgastaba rollos y rollos. Si había previsto hacer un rodaje en 20 días, lo hacía en 20 días, o en menos. La película la tenía en su cabeza y a la hora de rodar ya sabía lo que iba a obtener. Y se sabía rodear de un excepcional equipo de técnicos. Y luego remataba, como Hugo Sánchez, al primer toque, en la sala de montaje. Parecía hacerlo todo fácil. Y eso es lo verdaderamente difícil. Y humanamente era excepcional.
Nadie ha respetado más a las minorías indias que John Ford, ellos lo adoraban y él siempre respetó su dignidad y su orgullo como pueblo tanto en las películas como en la vida real. El respeto es la base de una buena educación y para Ford era una regla de oro en su profesión. Cuando hojeo libros sobre él, los de Bogdanovich, el de Lindsay Anderson, el de Joseph McBride, es cuando empiezo a valorar la inmensa dimensión del mejor realizador de películas de toda la historia del cine.
P. En ViveOnline pensamos que el wéstern es el género cinematográfico más importante de la historia. ¿Cómo ha influido este género cinematográfico en tu faceta como escritor?
R. Muchísimo. Cuando pienso en cine, pienso primero en westerns. Muchas veces, al salir del colegio, me iba a los cines de barrio (los había por decenas alrededor de mi casa, el Carlton, el Universal, el Benlliure, el Becerra, el Salamanca, el Narváez, el Jorge Juan, el Felipe II, el Fundadores, el San Remo, el Tívoli y muchos más) a ver programas dobles antes de ir a cenar a casa. Y solía elegir cuando una de las dos (y a veces las dos) películas eran del Oeste. Así descubrí a John Wayne, Anna Lee, Jimmy Stewart, Maureen O´Hara, Tyrone Power, Errol Flynn, Olivia de Havilland, Henry Fonda, Joanne Dru, Joel McCrea, Vera Miles, Randolph Scott, a un joven Clint Eastwood…
Es el género a la vez más completo, a mi juicio (ahí coincidimos) y el más infravalorado, ya que se consideraba de poca calidad y de consumo rápido. Con un buen director y un guion apañado, un western tiene además un protagonista de excepción: los paisajes, insólitos y grandiosos. Me acuerdo mucho de la primera vez que vi Las aventuras de Jeremiah Johnson, de Sidney Pollack, con Robert Redford. Me quedé con la boca abierta por aquellas bellezas indómitas que salían, las montañas Rocosas, la fauna… Era mucho mejor que ir al parque zoológico. Si a esto le sumamos una historia con acción trepidante, y algunos buenos protagonistas, ya tenemos prácticamente garantizado un entretenimiento de hora y media.
Al confeccionar la portada de mi libro, no lo dudé: tenía que salir por delante y por detrás el Monument Valley. Era tanto o más importante que un balón de fútbol. Es el teatro de tantos sueños fabulosos de mi infancia, de mi adolescencia y de toda mi vida. La frontera entre Utah y Arizona, una maravilla.
P. ¿Te acuerdas del primer wéstern que viste?
R. Puede que en televisión fuese La diligencia, que me fascinó. En el cine, tengo recuerdos de El Álamo y de una película que tenía un color espléndido, dirigida por el gran John Sturges, muy divertida, protagonizada por Burt Lancaster y una guapísima Lee Remick: La batalla de las colinas del whisky.
P. ¿Echas de menos producciones de este género en el cine actual?
R. Por supuesto. En los años 80, prácticamente se dejó de hacer wéstern, por desgracia. Aunque hubo alguno magnífico, como El jinete pálido de Eastwood. En 1992, su Sin perdón volvió a poner en primera fila el wéstern. Fue un éxito de taquilla que, por desgracia, no tuvo mucha continuidad en las producciones. Quizás sea por un tema de costes de producción. La temática interesa, ya que fundamentalmente es épica. Y la épica siempre despierta interés. ¿Acaso no son wésterns galácticos las películas de Marvel que han arrasado en taquilla en los últimos cinco años? ¿O la serie de Star Wars? Si la historia interesa, el wéstern sigue teniendo hueco y popularidad. Es cierto que, hoy en día, con el cambio ideológico generacional, fomentado también por intereses políticos, las producciones tienen que tener cuidado en tratar temas delicados como los asuntos raciales con minorías indias… Pero eso va a pasar con cualquier temática en la que hay que pasar por los filtros de los cupos…
P. ¿Te atreverías a escribir un libro un sobre «indios y vaqueros»?
R. Tengo varias historias cortas en la cabeza, y pueden encajar algunas de ellas con el paisaje de «indios y vaqueros», con los conflictos entre ganaderos y granjeros, con aspectos de la conquista de nuevos territorios… Igual me animo algún día. Se dice en lenguaje cinéfilo que «todo está en El Padrino». Yo, parafraseando, estoy convencido que todo, absolutamente todo, está en el género wéstern, tan infravalorado a veces.
P. ¿Cuáles son tus wésterns favoritos?
R. He nombrado muchos de Ford, los de Wayne por lo menos. Añadiría uno más, Pasión de los fuertes. Me encantaba de pequeño La conquista del Oeste. Los de Clint Eastwood, por supuesto. Hace poco vi El fuera de la ley, con la historia de Josey Wales, que me pareció soberbio. Río Bravo es una obra maestra. Y Río Rojo. Y El Dorado. Bueno, es que Hawks es casi tan bueno como Ford. Alguno de Raoul Walsh, como Murieron con las botas puestas. Horizontes de grandeza, del maestro Wyler, que era bueno en todos los géneros; también hizo El forastero con el gran Walter Brennan como juez Roy Bean. Raíces profundas, de George Stevens, es una maravilla, con el duelo Alan Ladd-Jack Palance. Los siete magníficos. La Trilogía del dólar de Sergio Leone, pero muy particularmente El bueno, el feo y el malo. Duelo en la Alta Sierra, uno de los mejores filmes de Peckinpah, junto a Grupo salvaje. Valor de ley de Hathaway. Alguno de Anthony Mann, como El hombre de Laramie. De los más recientes (2003), me gustó Open Range, de Costner, mucho más que su afamada Bailando con lobos. Pero los mejores, sin duda, los de John Ford: La diligencia, Pasión de los fuertes, la Trilogía de la caballería, Centauros del desierto, Misión de audaces, incluso el pequeño capítulo que dirigió sobre la Guerra de Secesión en La conquista del Oeste, con Wayne haciendo del general Sherman.
P. ¿Cuál es el director de wésterns más importante?
R. Como dijo Orson Welles (y no le vamos a llevar la contraria), si el mejor director de la historia fue John Ford, John Ford y John Ford, ¿cómo no va a ser también –con muchísima diferencia– el mejor director de wésterns? Os pongo un ejemplo: una película menor de John Ford, ya en sus últimos años dirigiendo, El gran combate, es mucho mejor que la mayoría de wésterns jamás realizados. Luego yo pondría a Howard Hawks y a Clint Eastwood, este último un excelente heredero del cine de Ford.
P. ¿Cuál es el actor de wésterns más emblemático?
R. Véase la respuesta a Real Wayne Madrid (risas): el gran Marion Morrison, o sea, John Wayne. Todos y cada uno de sus personajes son distintos, muy matizados, pero todos con el denominador común de la personalidad, la entereza y la sensibilidad que le ponía siempre Wayne a sus personajes. Duro, honesto, a veces implacable, pero siempre íntegro. Muy perfil Real Madrid (se ríe).
P. ¿Qué tienen las novelas de Alejandro Dumas y Robert Louis Stevenson para que te gusten tanto?
R. Yo crecí viendo partidos del Madrid, leyendo tebeos de Tintín y con las novelas de Alejandro Dumas, con el que comparto orgullosamente apellido. Los tres mosqueteros me la habré leído casi veinte veces, con sus excelentes continuaciones de Veinte años después y El vizconde de Bragelonne. Me gustan sus cuatro héroes porque son de carne y hueso, son imperfectos, tienen muchos defectos todos ellos, pero cultivan la amistad hasta las últimas consecuencias, son leales hasta el final. Y aunque son pendencieros, a veces tramposos, borrachines y tahúres, como dijo Arturo Pérez-Reverte, son unos amigos para la eternidad. Volver a leer sus novelas es rejuvenecer hasta la adolescencia, es realmente un filtro de energía y de amor a la vida. Yo elegí como apodo «Athos» porque cuando jugábamos en el parque yo era –por meses– el niño de mayor edad, supuestamente el más maduro. Pero Athos, al que adoro por sus muchos valores, no es perfecto, y por esa faceta humana de imperfección me gusta todavía más que si fuera Superman o alguien intachable.
Además de la serie de los mosqueteros, Alejandro Dumas escribió más de 100 novelas, y muchas de ellas son excepcionalmente buenas, destacando El conde de Montecristo, por supuesto, pero también La reina Margot, Los mohicanos de París, La dama de Monsoreau, El collar de la reina, y tantas otras… En casa tengo más de 300 libros de él o sobre él, sus novelas, sus obras de teatro, sus relatos de viajes, incluso sus diccionarios de cocina…
En cuanto a Robert Louis Stevenson, que admiraba mucho a Dumas (para él, la mejor novela era El vizconde de Bragelonne, la que cierra la trilogía de los mosqueteros), es un novelista excepcional. Pocos libros hay mejores que su espléndida La isla del tesoro, novela redonda como pocas. Pero no olvidemos que también son suyas las magníficas David Balfour, El señor de Ballantrae, La flecha negra o El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde. Entretenimiento puro, imaginación desbordante, emoción en cada página, personajes espectaculares, paisajes agrestes y maravillosos de su Escocia natal…Cuando el Madrid ganó la Novena Copa de Europa en Glasgow, el día anterior estuve en Edimburgo y pude visitar la casa-museo en la que nació el gran Stevenson. Ojalá los niños de hoy en día leyeran más este tipo de novelas…
P. Aunque eres un gran aficionado a las novelas de aventuras, ¿qué otro tipo de literatura sueles leer?
R. Mi autor español favorito es Javier Marías, del que he leído absolutamente todo, y que ha tenido la amabilidad de firmarme todos y cada uno de sus libros. Me parece que es, con diferencia, el mejor autor español desde Pío Baroja. Su Corazón tan blanco y la trilogía de Tu rostro mañana son sensacionales, y adoré Mañana en la batalla piensa en mí y Así empieza lo malo. También Berta Isla. Acabará por ganar el Premio Nobel de Literatura, no lo dudo. Me gusta mucho Arturo Pérez-Reverte, su serie de Alatriste, y mis novelas favoritas son El club Dumas y La reina del Sur, ambas con reminiscencias de Alejandro Dumas, al que adora, como yo.
Leo mucho en francés, por mi formación y por mis orígenes familiares, y, en particular, novelas del siglo XIX, todo Víctor Hugo, todo Stendhal y casi todo Flaubert, y del siglo XX mi favorito es Albert Camus, que era un gran aficionado al fútbol y jugó de joven de guardameta, como Nabokov. Y, por supuesto, William Shakespeare, al que vuelvo muy a menudo, y cuya obra de teatro favorita es Ricardo III, una lección sobre el afán del poder. Curiosamente, en su Rey Lear, escrito en 1605, ¡Shakespeare usó como insulto lo de «vulgar jugador de fútbol»! También, vuelvo con regularidad al Quijote, por supuesto, fuente de sabiduría y de inspiración. Creo que acabaré escribiendo en La Galerna sobre «el madridismo de Cervantes» (se ríe).
P. ¿Cuáles son tus libros favoritos?
R. Además de los ya citados, las obras de teatro de Molière y de Lope de Vega, todo Sherlock Holmes, los cuentos de terror de Edgar Allan Poe, los Episodios nacionales de Pérez Galdós, novelas de Émile Zola y de Charles Dickens, algunas novelas de Agatha Christie, obras de teatro de Jardiel Poncela y de Miguel Mihura, y, por mi formación universitaria, libros de historia, en particular sobre el Antiguo Egipto y sobre la Revolución Francesa. De los escritores actuales solo leo a Marías, a Pérez-Reverte y a Patrick Modiano.
P. Alejandro Dumas es el culpable de que muchos lectores sigan creyendo que D’Artagnan y sus compañeros son personajes de ficción. Tenemos entendido que Los tres mosqueteros existieron en la vida real. ¿Qué hay de ficción y de realidad en estos personajes?
R. Dumas mezcló, como siempre, realidad y ficción. D’Artagnan está inspirado en Charles de Batz-Castelmore, conde de Artagnan, que fue capitán de los mosqueteros en el reinado de Luis XIV de Francia. Hubo un mosquetero llamado Armand Athos, aunque posiblemente no llegó a coincidir con Charles de Batz-Castelmore. También existió un mosquetero Isaac de Porthau, que vivió casi 100 años, increíble en aquella época, y que era primo del capitán de la guardia, Monsieur de Tréville. Y, por último, Henri d’Aramitz, gascón como D’Artagnan, también vistió la casaca de mosquetero y después acabó ejerciendo de sacerdote, como el Aramis de la novela.
P. ¿Qué son la literatura, el cine y el fútbol para ti?
R. Pues no sé en qué orden, pero son mis tres entretenimientos predilectos. Recuerdo cuando hice mi servicio militar (lo hice en Francia), lejos de la familia y de todos mis amigos de Madrid, aquellos meses leí más que nunca, decenas y decenas de novelas de todo tipo para hacer más llevadera mi estancia como militar. No sé qué habría sido de mí sin la literatura aquel año. Raro es el día que no veo una película, no me gusta la programación de ninguno de los canales de televisión. Y, por último, cuando juega el Real Madrid, es sagrado verlo (excepto cuando estoy metido en un avión, por ejemplo), ya bien se trate de un partido oficial o amistoso. Y si pierde, ¡pues ese día toca no cenar! (se ríe).
P. ¿Cómo crees será el cine del futuro?
R. Efectos especiales, producciones rápidas digitalizadas, para consumo inmediato y que quedarán olvidarlas aún más rápidamente si cabe. No estoy en contra de los efectos especiales, siempre han ido de la mano de los avances cinematográficos. Lo que echo de menos es más cantidad de buenos guiones. El cine del futuro (y del presente) va a ser devorado por la enorme cantidad de series de calidad mediocre y a las que se están enganchando millones de personas, aún más debido al fenómeno del confinamiento. La gente buscaba cualquier tipo de producto para consumir y olvidarse en parte de las largas horas en casa durante la pandemia. Eso afecta de forma directa al buen cine y condicionará mucho en las producciones futuras.
P. ¿Qué opinión te merecen las plataformas?
R. Se estaba viendo venir, con el declive de las grandes productoras. En mi entorno, casi todo el mundo está abonado mínimo a dos o tres plataformas. Yo, por ejemplo, soy consumidor de Netflix, de Filmin y últimamente de Disney, ya que lo hemos contratado a petición de mis hijas (aunque yo también disfruto de las antiguas películas de dibujos o de The Mandalorian). Cada vez más directores de prestigio (Spielberg, del Toro, Scorsese, Fincher) se están apuntando a este «carro», y el fenómeno es imparable, ni siquiera el establishment de Hollywood va a parar su evolución. Hay también grandes estrellas, como Nicole Kidman, muy implicadas en ellas. Mientras haya calidad, adelante. Roma, El irlandés o, últimamente, Mank son pruebas de que hay talento. Con lo cual, bienvenidas sean. Pero no es oro todo lo que reluce, también hay mucha comida basura en ellas, series de escasa calidad que se están produciendo como churros. En general, les doy un aprobado raspado.
Yo prefiero, de todas formas, consumir cine clásico de los años 40 y 50. Sigo descubriendo auténticas joyas que no tienen mucha fama y que les dan mil vueltas a lo que se produce hoy en día. Y la diferencia, a mi juicio, es que en aquellos tiempos había muchos y buenos guionistas, con lo cual la mayoría de las películas, aunque fuesen de bajo presupuesto, ya tenían por lo menos una historia que contar. Hoy en día, los guiones están cada día mas prefabricados y resultan previsibles. O, simplemente, se hacen remakes de clásicos que son infinitamente inferiores a los originales: el otro día vi la nueva Rebeca en Netflix y era, sencillamente, infumable.
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P. Posiblemente, el periodo más glorioso del Real Madrid haya sido el comprendido entre 1954 y 1960, cuando ganó cuatro Ligas y cinco Copas de Europa. ¿Qué películas, actores y actrices destacarías de aquella época?
R. Hay un artículo en el libro Mi vida en La Galerna que se llama «El cine (1956-1960) con el Madrid de Di Stéfano». En películas españolas míticas de esa época como El Tigre de Chamberí, Los tramposos, Tres de la Cruz Roja, hay escenas rodadas en el estadio Santiago Bernabéu. Tony Leblanc, gran madridista, aparecía como protagonista en todas ellas. El propio Alfredo protagonizó Saeta Rubia.
Fue un periodo de enormes filmes americanos, una de las últimas auténticas edades de oro. Época de superproducciones, con estrellas absolutas del cine como Jean Simmons, Janet Leigh, Vera Miles, Shirley MacLaine, Eva Marie Saint, John Wayne, Charlton Heston, Henry Fonda, Kirk Douglas, Alec Guinness, William Holden, Gregory Peck, Cary Grant…
Por citar algunas, seleccionaré:
1956: Centauros del desierto.
1957: Doce hombres sin piedad y El puente sobre el río Kwai.
1958: Sed de mal y Horizontes de grandeza.
1959: Ben-Hur y Con la muerte en los talones.
1960: Espartaco y El apartamento.
P. ¿Cuáles son tus actores favoritos (españoles y extranjeros)?
R. John Wayne
Jack Lemmon
Buster Keaton
Henry Fonda
Jean Gabin
Max Von Sydow
Robert de Niro
Paul Newman
Toshiro Mifune
James Stewart
Cary Grant
Humphrey Bogart
Totó
Vittorio Gassman
Marcelo Mastroianni
Jean Paul Belmondo
Walter Brennan
Alec Guinness
Laurence Olivier
Pepe Isbert
Tony Leblanc
José Bódalo
Manolo Morán
Fernando Fernán Gómez
Paco Rabal
Alfredo Landa
Antonio Resines
Antonio Banderas
José Coronado
P. ¿Cuáles son tus actrices favoritas (españolas y extranjeras)?
R. Maureen O’Hara
Lauren Bacall
Katharine Hepburn
Vivien Leigh
Joan Bennett
Ingrid Bergman
Bette Davis
Judith Anderson
Barbara Stanwyck
Rita Hayworth
Véra Clouzot
Virginia Mayo
Hedy Lamarr
Audrey Hepburn
Marilyn Monroe
Janet Leigh
Jeanne Moreau
Claudia Cardinale
Debra Winger
Meryl Streep
Julia Roberts
Rafaela Aparicio
Aurora Redondo
Concha Velasco
Carmen Maura
Victoria Abril
Verónica Forqué
María Barranco
Amaia Salamanca
Paz Vega
P. ¿Cuáles son tus directores favoritos (españoles y extranjeros)?
R. John Ford
Orson Welles
Alfred Hitchcock
Howard Hawks
Fritz Lang
Jean Renoir
Stanley Kubrick
Ingmar Bergman
Akira Kurosawa
Clint Eastwood
Billy Wilder
Charles Chaplin
Steven Spielberg
De los españoles
Rafael Gil
Edgar Neville
Luis Buñuel
Luis G. Berlanga
Fernando Trueba
José Luis Garci
P. ¿Cuáles son tus películas favoritas (españolas y extranjeras)?
R. Españolas:
La torre de los siete jorobados
El clavo
Bienvenido, Míster Marshall
El tigre de Chamberí
Los tramposos
El verdugo
Viridiana
El extraño viaje
Tristana
Ópera prima
Belle Époque
El crack
Los santos inocentes
El abuelo
Extranjeras
Metrópolis
El gabinete del Doctor Caligari
El maquinista de la General
Napoleón
Sopa de ganso
Una noche en la ópera
La gran ilusión
La fiera de mi niña
Ser o no ser
Rebeca
La diligencia
Lo que el viento se llevó
Ciudadano Kane
Casablanca
El cuarto mandamiento
Pasión de los fuertes
El sueño eterno
Cantando bajo la lluvia
Los siete samuráis
El crepúsculo de los dioses
Eva al desnudo
El hombre tranquilo
Los diez mandamientos
El séptimo sello
Senderos de gloria
Centauros del desierto
Fresas salvajes
Río Bravo
Sed de mal
Ben-Hur
Con la muerte en los talones
La gran evasión
El hombre que mató a Liberty Valance
Lawrence de Arabia
El padrino (I, II y III)
Fanny y Alexander
Ran
Sin perdón
Cadena perpetua
Y muchísimas más…
P. ¿Qué otras aficiones tienes aparte de la literatura, el cine y el fútbol?
R. La música clásica:
Beethoven
Mozart
La ópera:
Verdi
Puccini
Bizet
Wagner
Mozart
Pop:
The Beatles
The Jam
The Kinks
Dire Straits
Traveling Wilburys
Solistas:
Frank Sinatra
Barbra Streisand
Cómics:
Tintín (poseo una enorme colección de más de 100 libros de Tintín o relacionados con Tintín)
Blake & Mortimer
Astérix
Teniente Blueberry
Lucky Luke
P. ¿Nos puedes adelantar algunos de tus próximos proyectos?
R. Me gustaría escribir una novela, pero todavía no me siento preparado. Quiero seguir los pasos que decía John Ford, lo primero que hay que hacer en una novela (o en una película) es escribir la biografía detallada de todos los protagonistas y de los secundarios. Aún no he empezado con ello, tengo algunas ideas en la cabeza, pero hay que dar forma a los personajes y que ellos me vayan diciendo lo que quieren decir y hacer.
Seguir con La Galerna, por supuesto, soy uno de los socios de la revista y, para mí, el Real Madrid es alimento diario, en las buenas y en las malas.
Estoy en mitad de un cambio de rumbo profesional, que me quita mucho tiempo para lo que realmente me gusta, mi Madrid y mis hobbies.
P. ¿Les puedes mandar un mensaje de agradecimiento a tus seguidores?
R. Agradezco enormemente los comentarios que me hacen a través de la página de La Galerna o vía Twitter. También cuando me corrigen algún gazapo que tengo de vez en cuando. Sin ellos creo que no tendría mucho sentido seguir escribiendo. ¡Y si me tienen que dar caña, algo habré hecho mal! Muchísimas gracias a todos, de corazón, por leerme.
Apasionado, cinéfilo y gran lector, Emilio Dumas nos ha dejado un mágico sabor cervantino. Este guerrero madridista (que no del antifaz) ha embelesado con sus vivencias a estos humildes redactores. ¡Enhorabuena Emilio por tu libro (Mi vida en la Galerna. Cine e historias de madridismo) y mil gracias por compartir parte de tu vida y conocimientos!
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Muy buen post. Gracias por compartirlo.
Gracias a ti por tu comentario.