Si quieres oír en lugar de leer…
La estrategia de Héctor (Parte 1) – La estrategia de Héctor
UNO
Aquella noche fue un ajetreo contínuo de ideas en la cabeza de Héctor.
Fue una noche entre el sueño y la realidad. Se agolpaban conceptos, imágenes, planes y estrategias a un ritmo voraz.
Por la mañana y con una taza de café bien cargado, Héctor se sentó en la mesa del despacho con una libreta y varios lápices de colores, además de boligrafos y rotuladores.
Debía de estabecer un plan y una estrategia para una empresa de limpieza que había requerido sus servicios para crear contenido en una red social.
El contacto había tenido lugar un día antes y había sido muy precipitado, el cliente quería tenerlo todo ya. Pero Héctor no tenía suficiente información sobre la empresa, así que lo primero que hizo fue abrir el ordenador y buscar información sobre ella. El segundo paso sería llamar al gerente.
DOS
Castillo de Belalcázar (1748)
El castillo medieval se alzaba sobre una colina para dominar toda la planicie a su alrededor. Un pequeño destacamento, de la más parecido a soldados, formado por treinta hombres se ejercitaba en el patio de armas.
Ana Velarde, Anita, leía una novela recostada en uno de los sillones de la biblioteca. Ensimismada por la lectura no oyó el rastreo de pies que se aproximaba hacia ella.
Aquí tiene su medicina señorita Ana -anunció la que había sido su niñera durante su vida.
Un respingo sacudió el cuerpo de Anita, que cerró los ojos y se llevó una mano al pecho.
¡Por Dios, Angustias! ¡Qué impresión me has dado!
Disculpe señorita Ana, no fue mi intención… se pasa usted los días ensimismada en la lectura y eso no puede ser muy bueno…
La lectura es lo único que me evade del recuerdo… -contestó Anita, con el semblante totalmente cambiado. Gracias Angustias, puedes retirarte…
Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Anita Velarde. No podía olvidar el trágico suceso vivido hacía ya cinco años.
TRES
«La tristeza del alma puede matarte mucho más rápido que una bacteria» (Shakespeare)
La sala comedor del castillo estaba dispuesta para recibir al invitado de honor. Angustias había trabajado desde muy temprano ese día para prepararlo todo y Anita daba los últimos retoques de la mesa. El menú copioso y los detalles engrandecerían el evento.
Ana Velarde, Anita, iba a desvelar el noviazgo a su familia, es decir a su padre y su hermana.
Apenas hacía una semana que conoció a ese hombre al que le entregó las emociones del amor primero y de su cuerpo después.
Su mente no podía pensar en otra cosa. Y el amor le había llevado a creer y crear esa relación.
Rosario Velarde invadió el salón comedor con su corpulenta figura y un rostro contrariado. Eran las dos del mediodía. Recomponiendo su vestido y el moño alto de su pelo se dirigió a Anita. Ya lo había razonado antes. Las verdades de frente y sin tapujos.
Ana, tu pretendiente no va a venir.
¿Pero cómo dices eso? Sí que va a venir, me lo prometió y seguro que no falta a su promesa en un momento tan importante, respondió Anita Velarde.
Ana, no va a venir
Estás equivocada, se estará retrasando por algo importante que le ha surgido, estoy segura.
Ana, tu aparente prometido se casó ayer con Isabel Aranda y se ha marchado a Italia.
Anita exhaló un suspiro interno, y con los ojos vueltos se desplomó en las lisas losetas de barro.
CUATRO
Habían pasado cinco años pero para el alma y el cuerpo de Anita Velarde es como si hubieran pasado veinte. Después de limpiar las lágrimas su pensamiento y su mirada quedaron en un vacío inmóvil.
CINCO
Héctor recopiló toda la información en internet de la empresa de servicios integrales de limpieza que había solicitado sus servicios y seguidamente contactó con el gerente para obtener más datos de la misma, así que ese mismo día por la tarde quedó en visitarlo.
Se notaba que la nave era antigua, seguramente, pensó Héctor, del siglo XIX. Vestigio de una revolución industrial próspera, pero hoy en día venida a menos. Los robustos muros resistían el paso del tiempo pero necesitaban una limpieza y en algunos rincones una reforma.
La oficina era confortable, funcional, práctica. De techo alto y espaciosa, la habían acomodado, en lo que fue posible, al siglo XXI.
El carácter abierto y alegre del gerente supusieron una conversación ágil y positiva.
Se marcaron un par de objetivos y enseguida Héctor explicó cómo afrontaría dichos objetivos y de qué forma generaría los contenidos.
Era importante conocer los valores y la cultura de la empresa para aportar un contenido de calidad. Algo propio y característico que diferenciara a la empresa de servicios integrales de limpieza.
Saliendo de la oficina Héctor reparó en una puerta pequeña, más baja de lo habítual y de una madera recia.
¡Vaya!, ¿qué guardáis detrás de esa puerta?, y perdón por la indiscreción, preguntó Héctor.
¡Oh!, nada, es una habitación que no se usa. Simplemente la tenemos ahí. Nadie echa cuentas.
¿Podría verla?, si no es mucha molestia, claro.
La cámara era totalmente cuadrada. Una estantería plagada de libros antiguos a la izquierda y un pequeño buró con un sillón (de principios del siglo XX) al frente.
La curiosidad de Héctor se detuvo en un libro que le llamó la atención. Bien encuadernado y cerrado con un broche que tenía una cerradura. Sus manos acariciaron la gruesa piel de las pastas y su intuición lo llevó a abrir un cajoncito del buró donde se encontraba la llave que abría el broche del libro. Su cuerpo quedó estupefacto cuando pasó la primera página…