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César Bardés: «Una de las labores del crítico de cine es descubrir tesoros escondidos y darlos a conocer»

El crítico de cine César Bardés ha trasladado uno de sus hobbies (contar anécdotas cinematográficas) a la palestra pública de Twitter. El resultado: un puñado de nuevos seguidores enganchados a sus historias.

Junto a una veintena de expertos ha analizado en «El universo de Gene Tierney» toda la vida y obra de esta actriz.

Desde hace unos años, el límite de caracteres en Twitter (280) ya no es un quebradero de cabeza para los usuarios. Los tuiteros han conseguido esquivarlo haciendo hilos, una sucesión de tuits en los que el usuario se contesta a sí mismo para crear una cadena de mensajes. 

Los hilos aportan continuidad, unión y trama, frente a la división, diseminación y casualidad de la línea de tiempo. Su fama y prestigio se debe al hartazgo que produce el contenido en pequeñas dosis y a la búsqueda, por parte de los usuarios, de una mayor profundidad argumental y narrativa sin salir de esta red social. 
 
Esta práctica ha dado lugar a una nueva forma de narrar anécdotas, historias y noticias (sobre todo relacionadas con el mundo del cine) en la plataforma de microblogging más famosa del mundo. También a que aparezcan expertos en este novedoso género narrativo: los hilanderos.
El hombre y las anécdotas
El economista y crítico de cine César Bardés es uno de esos tuiteros que, durante los últimos meses, se ha convertido en hilandero. Debutó en abril con un hilo sobre el rodaje de Cara de ángel, de Otto Preminger y, desde entonces, procura escribir un hilo diariamente. 
 
Detrás del perfil de Twitter @CsarBards se esconde uno de los mayores expertos en el séptimo arte que habitan en este servicio de microblogueo. César es un gran contador de historias y ha aprovechado la cuarentena para recabar informaciones curiosas sobre el cine y las ha convertido en hilos que cada vez tienen más seguidores.
 
Dicen que la capacidad de la memoria humana es prácticamente ilimitada y César es una buena muestra de ello. La cantidad de anécdotas cinematográficas que almacena en su cerebro son infinitas y hacen todos los días nuestras delicias. También puedes leer sus maravillosas críticas cinematográficas en su blog: losojosdellobo.blogspot.com. Y acaba de debutar como colaborador de Notorious Ediciones en El universo de Gene Tierney
El descubrimiento

P. Tienes una trayectoria profesional impresionante, a pesar de tu juventud, y nos gustaría que te presentaras a tus seguidores hablándoles un poco más sobre tus inicios en el mundo del cine y contándoles cómo crees que ha evolucionado tu carrera profesional desde entonces. 

 
R. Lo de «a pesar de mi juventud» es discutible. 53 años son unos cuantos ya. Y más cuando la mitad de ellos los he pasado dentro de una sala de cine. 
 
Soy economista de carrera, he dado clases en diversos colegios de Secundaria y de Formación Profesional y he tenido la inmensa suerte de que, en mi familia, siempre han sido unos enamorados del cine. Mis primeros artículos se publicaron en 1994 cuando una publicación local se interesó por mi supuesta sabiduría y me propusieron encargarme de los estrenos de la época. Por ahí pasaron películas como La estrategia del caracol, de Sergio Cabrera, o Seven, de David Fincher. 
 
A partir de ahí he seguido en prensa, escribiendo para varios medios escritos de una buena parte de la geografía española, haciendo colaboraciones en radio, publicando en países lejanos como Argentina y, también, publicando libros. Tengo que decir que ha sido un tiempo apasionante. No solo por lo que ha significado profesionalmente, sino por la cantidad de gente maravillosa que he conocido.
 
P. ¿Cómo definirías tu carrera profesional hasta el momento y hasta dónde te gustaría llegar? ¿Qué es lo que te queda todavía por hacer o aprender?
 
R. Me queda todo por hacer y aún más por aprender. Como crítico de cine nunca se deja de aprender. Hay tesoros escondidos por todas partes y una de las labores fundamentales del crítico de cine debe ser descubrirlos y darlos a conocer. Y también quedan las creaciones nuevas, que siempre espero con ilusión. 
 
Mi carrera profesional hasta el momento la definiría con una sola palabra: apasionante.
Y me gustaría, simplemente, ganarme el respeto de la gente que comparte conmigo la militancia del cine. Eso es todo.  
 
P. ¿Cuándo comenzó tu pasión por el cine? 
 
R. Desde muy niño. Uno de mis primeros recuerdos no es con una gran película ni nada de eso. Recuerdo haber ido con toda la familia al cine Tívoli de Madrid para ver El Zorro de Monterrey, una película bastante infecta, pero que me hizo soñar. También recuerdo ir a casa y encerrarme en la habitación para asumir en secreto la personalidad de don Diego de la Vega y luchar a espada contra los opresores. La película se estrenó en 1971, así que yo debería tener cinco añitos como mucho.
Lo humano y lo crítico
P. ¿Cuál ha sido el mayor reto al que te has enfrentado en tu brillante carrera profesional? 
 
R. Sé que aquí se espera que responda sobre algún desafío profesional, pero no es así. El mayor reto es resistirse a la vanidad que puede generar dedicarse a todo esto. Sin duda, es el pecado favorito del diablo. Hay mucha gente que te dice lo bien que escribes, lo bien que lo haces, lo mucho que sabes… Y no hay que creerse nada de todo ello. Igual que tampoco hay que creerse los comentarios lanzados con inquina. Se agradecen, por supuesto. Y más aún los que no se han pedido. Pero tienen que quedar en un segundo plano tanto los buenos como los malos.
 
P. ¿Cuál es la anécdota más divertida que te ha ocurrido durante tu profesión? 
 
R. No es divertida en sí misma, pero la guardo en la memoria con mucho cariño. Había publicado mi primer libro, La imagen en el alma, con prólogo de Lorenzo Silva, y estaba teniendo cierto éxito. Un día bajé con mi hijo a la calle para ir al parque, entonces él tendría ocho añitos. Mientras andábamos por la acera vimos a una señora que estaba en una silla de ruedas al lado de un banco. Cuando pasamos, a unos tres o cuatro metros de ella, me hizo un gesto con la mano para que nos acercáramos. Yo estaba absolutamente convencido de que me iba a pedir que la moviera con la silla de un sitio a otro. En lugar de eso, me dijo: «Que Dios te bendiga por el cine». Me quedé tan sorprendido que apenas pude balbucear un agradecimiento. Ni siquiera pude preguntarle de qué me conocía, solo conseguí darle las gracias. Fue un momento muy especial.
 
P. ¿Me puedes describir alguna situación profesional complicada de la que hayas salido airoso? 
 
R. En cierta ocasión, en casa de un amigo común, me presentaron a un actor y director teatral de cierta fama. Era una reunión de varias personas y estábamos disfrutando de una paella en la terraza. El tema giró en torno a Javier Bardem y este señor me interpeló directamente y dijo: «Me gustaría saber la opinión de César sobre Javier Bardem». No tenía ni idea de si ese señor era amigo o no del actor, si le caía bien, si le caía mal, si lo conocía personalmente o no y me había pedido una opinión de manera tan directa que todos estaban pendientes de mi respuesta. Así que dije: «A mí me parece que es un actor muy listo». El actor y director me miró durante unos instantes a los ojos y me contestó: «¡Tú sí que eres listo!».
 
P. ¿Qué consejos les darías a las personas que quieran dedicarse a tu profesión?
 
R. Muchos y ninguno. Sobre todo y ante todo, hay que escribir razonablemente bien, aunque tampoco hace falta ser Cervantes. Hay que ser perseverante y no dejarse arrastrar por esos cineastas que, hagan lo que hagan, te van a parecer bien. Hay que mantener la mirada fría y el corazón permanentemente enamorado del cine. Hay que quererlo mucho. Y expresarlo a los cuatro vientos. Di lo que te parezca mal, pero no olvides que, detrás de cada película, está el esfuerzo de un montón de gente. 
Algunos referentes
P. ¿Cuáles son tus actrices favoritas? 
 
R. Es muy difícil hacer listas sobre favoritos. Siempre te dejas a alguien fuera y te arrepientes al momento. Por contestar y decirte algo, Katharine Hepburn, Ingrid Bergman, Bette Davis, Susan Sarandon, Meryl Streep, Jean Simmons, Liv Ullmann…
 
P. ¿Cuáles son tus actores favoritos?
 
R. Pues lo mismo. Por contestar y decirte algo, Spencer Tracy, Charles Laughton, Paul Newman, Marlon Brando, Cary Grant, James Mason, Laurence Olivier, Michael Caine, Sean Connery, George Clooney… 
 
P. ¿Cuáles son tus directores favoritos? 
 
En cuanto a directores… Es que me gustan casi todos. De Murnau a Scorsese, pasando por Lang, Welles, Hawks, Ford, Mankiewicz, Kubrick, Wyler, Wilder, Hitchcock, Truffaut, Bermang, Renoir, Kurosawa, Spielberg, Coppola, Eastwood y de los más recientes (aunque nunca me gusta hacer listas) podría destacar a Nolan, Villeneuve, Tarantino (de siempre) y aborrezco a Antonioni, Godard, Michael Bay, Joe Wright y ese genio que todo el mundo destaca y que a mí me repele que es Paul Thomas Anderson.
 
P. ¿Cuáles son tus películas favoritas? 
 
R. Muchas y muy variadas. Desde Sed de mal, de Orson Welles, a Con la muerte en los talones, de Hitchcock, pasando por La noche americana, de Truffaut, El gatopardo, de Visconti, El tercer hombre, de Carol Reed, o En busca del arca perdida, de Steven Spielberg. Y me dejo muchísimas más, ni siquiera estas tienen por qué ser las más favoritas.
 
P. John Wayne es uno de los actores del cine clásico de Hollywood de los que más se sigue hablando en la actualidad, a pesar de llevar 41 años muerto. ¿Nos podrías contar algunas anécdotas cinematográficas relacionadas con este mítico actor? 
 
R. ¡Por supuesto! En una ocasión, John Wayne fue invitado al show de Dean Martin y llegó al plató donde se iba a emitir el programa en directo totalmente ebrio. Le dijo a Martin que no podía hacer el programa porque tenía tal melopea que se había caído en la puerta del estudio. Dean Martin se le acercó y le dijo: «John… ¿Cómo crees que hago yo el programa todas las semanas?».
Wayne salió y el programa se hizo.
 
A ver qué os parece esta otra: Cuando John Wayne terminó el discurso de agradecimiento al ganar el Premio Óscar al mejor actor del año por su interpretación en Valor de ley, lo primero que le dijo a Barbra Streisand, que se lo había entregado, fue: «Es la suerte del principiante». Lo cierto es que, en la fiesta posterior a la ceremonia, se acercó con su premio a Richard Burton, nominado aquel año por su trabajo como Enrique VIII en Ana de los mil días y le dijo: «Este premio lo deberías tener tú y no yo».
Entre clásicos anda el juego
P. ¿Cómo te ha afectado el coronavirus profesionalmente? ¿Y personalmente? ¿Qué proyectos laborales y personales has tenido que cancelar o posponer por culpa de esta pandemia?
 
R. Bueno, no ha habido estrenos en cine porque estaban cerrados. Me imagino que los propietarios de las salas y los trabajadores lo han pasado realmente mal. Yo animaría a todo el mundo a ir al cine, aunque sea a ver reposiciones que hace mucho tiempo que no las teníamos. Así que, profesionalmente, no he podido escribir sobre estrenos y, por supuesto, ha bajado mi actividad. 
 
Personalmente, lo he llevado razonablemente bien hasta, quizá, las últimas dos o tres semanas. Con un hijo en edad de presentarse a la EVAU, los nervios no se controlan mucho por ninguna de las partes, aunque he hecho todo lo posible para mantener la calma.
 
En cuanto a proyectos laborales, bueno, quería mover un poco el libro sobre el cine clásico español que estoy preparando, acabar con unos cuantos buenos artículos sobre estrenos y disfrutar un poco más de ese premio Cinemasmusic que se me concedió el 10 de marzo y que apenas hubo tiempo de disfrutar o de enseñar a la familia. Está todo muy en el aire. Quiero ver a amigos, quiero irme de vacaciones porque estoy emocionalmente agotado, pero no sé si va a poder ser.
 
P. Hasta el momento, ¿cuál es tu trabajo favorito de todos los que has realizado?
 
R. Es difícil, todo lo que hago, mejor o peor, es como si fuera un hijo mío. En cuanto a libros, quizá La imagen en el alma sea mi mejor libro, porque es el primero y todo el mundo se ha puesto de acuerdo en esto. En cuanto artículos, creo que el de Shutter Island, de Martin Scorsese, es uno de los mejores, junto al de Carta a tres esposas, de Joseph L. Mankiewicz, y La forma del agua, de Guillermo del Toro.
 
 
P. ¿Qué valores crees que posees para dedicarte a una profesión tan difícil y sacrificada como la de crítico de cine?
 
R. Un profundo humanismo. Me preocupan realmente el resto de mis congéneres y a todos ellos les diría: «¡Id al cine! ¿A qué estáis esperando? Allí está todo». Y lo han dicho algunos de los mayores genios de la era moderna. También creo que mi objetividad me ayuda y tengo algo que no sé si es una ventaja o un inconveniente: mi rebeldía natural contra las modas. No, no soy de Aronofsky. No, no soy de Paul Thomas Anderson. No, no soy de Joe Wright. Soy de Ford, de Welles, de Lang, de Hitchcock, de Mankiewicz, de Huston, de Keaton, de Chaplin, de Truffaut, de Bergman… Todo muy pasado de moda, pero ahí está lo mejor. Y si no habéis visto una considerable cantidad de películas de esta gente, podréis opinar, pero lo haréis sin saber lo que decís.
 
P. ¿Qué competencias debe tener una persona para dedicarse a tu profesión?
 
R. Paciencia, capacidad de observación, saber interiorizar lo que sientes, ver mucho, mucho cine, del bueno, del malo y del regular porque si no, nunca sabrás qué es realmente bueno y qué es realmente malo. Tener memoria para saber relacionar unas cosas con otras, investigar, bucear en la mente de los creadores, como si fueran amigos de toda la vida, escribir, escribir mucho y no ser nunca irritantemente categórico. 
 
El juego de twitter
P. ¿Cómo surgió la idea de publicar anécdotas cinematográficas en tu perfil de Twitter?
 
R. Pues mira, fue una tontería. Llevábamos unos pocos días de confinamiento y me propuse entretener a la gente de alguna manera, aunque solo fuera unos segundos al día. Al principio, puse enlaces a una serie de números musicales que me gustaban mucho, pero ya vi que eso tenía un predicamento muy limitado. Así que se me ocurrió poner una anécdota. Curiosamente, tampoco tuvo mucho éxito. Pero, al día siguiente, puse otra y empezó la avalancha. Me piden hasta libros sobre el anecdotario (te contaré un secreto, no soy un pozo inacabable de anécdotas, se me acaban), que siga, que no lo deje porque hemos salido del confinamiento. Twitter no siempre es positivo, pero es sorprendente, desde luego.
 
P. ¿Pensabas que esta iniciativa iba a tener tanto éxito? 
 
R. No, creía que iba a durar una semana y que, cuando me cansase, cortaría y punto. O cuando salieran los haters de turno que salen inevitablemente. Ahora estoy cansado y me gustaría cortar, pero no sé cómo hacerlo.
 
 
P. ¿Cuáles son tus anécdotas cinematográficas favoritas? 
 
R. Me gusta mucho aquella con la que empecé y que nadie hizo mucho caso, referida al rodaje de Cara de ángel, de Otto Preminger. El productor de la película, Howard Hughes le estaba tirando los tejos a Jean Simmons, pero ella no le hacía ni caso. En venganza, Hughes habló con Preminger y le dijo que le diera caña en el rodaje. En cierta escena, Robert Mitchum, el coprotagonista, tenía que abofetearla así que Preminger se acercó a Mitchum y le dijo:
– Dale fuerte, que sea de verdad.
– Pero…
– Dale fuerte, quiero que quede realista.
Mitchum obedeció y sacudió a Jean Simmons. Preminger, desde su silla de director, dijo:
– No ha salido bien. ¡Otra vez!
Mitchum protestó:
– Pero, por favor…
– ¡El director soy yo y te ordeno que repitas la escena!
Mitchum volvió a sacudir a Simmons.
– ¡Otra vez!
Mitchum vio el rostro lleno de lágrimas de Jean Simmons y volvió a protestar:
– ¡He dio que otra vez!
Mitchum obedeció, sacudió a Simmons y, sin mediar palabra, se volvió a Preminger y también le sacudió, tirándolo al suelo con su silla de director. Mitchum se acercó a la cara de Preminger y le dijo:
– ¿Otra vez?
 
P. ¿Nos puedes decir en exclusiva un par de anécdotas cinematográficas que todavía no hayas publicado en tus redes sociales?
 
R. Pues una de ellas es que Akira Kurosawa quedó tan impresionado por el ambiente que John Sturges había creado en Conspiración de silencio que le mandó llamar para que le asesorara para crear un ambiente parecido en la película que estaba rodando, que no era otra que Yojimbo. Sturges accedió, pero no quiso cobrar ningún salario. Se comprometió a pasar diez días en Japón en el rodaje de Kurosawa a cambio de que dejara a buen precio los derechos para Los siete samuráis que él pretendía rodar en clave de western con Anthony Quinn de coproductor y protagonista. Quinn, más tarde, se bajó del proyecto y se interesó Yul Brynner, entonces muy en la cresta de la ola por su papel en El rey y yo, que le valió un Premio Óscar apenas dos años antes. El caso es que así fue. Sturges asesoró y Kurosawa bajó el precio. Quedó tan contento con Los siete magníficos que llegó a declarar que nunca hubiera pensado que su película pudiera convertirse en un western tan bueno y, según sus propias palabras, «con una música tan estupenda».
 
Otra podía ser referida a la secuencia de la bofetada de En el calor de la noche. Cuando se estrenó la película en pases previos, Norman Jewison, el director, comprobó que la gente comenzaba a reírse en momentos muy inapropiados, generalmente cuando el personaje de Rod Steiger ponía en su sitio al personaje del policía de color que interpretaba Sidney Poitier. Todo siguió así hasta la secuencia en la que Tibbs-Poitier sube a ver al gran terrateniente del pueblo, que interpretaba un blanco, Larry Gates. En esa secuencia, el policía negro asestaba un bofetón al cacique blanco. Desde ese momento, la gente dejó de reír. Ya no tenía ninguna gracia aquello. Y en ese momento, Norman Jewison supo que la película sería todo un éxito.
 
En cierta ocasión, coincidieron en una fiesta John Huston y Errol Flynn. La estrella era el actor y comenzó a fanfarronear en cuanto tuvo dos copas de más. Realizó un comentario soez sobre la actriz Olivia de Havilland que ofendió muchísimo a Huston que, por entonces, mantenía un romance con ella. El director interrumpió a Flynn y le dijo que no era capaz de decir eso mismo sobre ella en el jardín. El actor dijo que en el jardín y en cualquier sitio. Salieron y se retaron a una pelea a puñetazos. Al día siguiente, Huston se hallaba en el hospital debido a las heridas.
 
– Hay que reconocer que Errol Flynn me ha dado una paliza, pero tengo que decir que, en todo momento, respetó las reglas del Marqués de Queensberry en la pelea.
 
A partir de ese momento, Flynn y Huston fueron grandes amigos e incluso fue el director de su última película: Las raíces del cielo.
P. ¿Tienes pensadas publicarlas en un libro? 
 
R. De momento, las estoy recopilando. La gente cree que son suficientes como para que me lance a la piscina, pero, poniendo una diaria desde abril hasta el día de hoy (estamos a mitad de diciembre) apenas he llegado a las treinta páginas. Apenas un cuaderno.
Admiración por un genio español
P. ¿Por qué publicar un libro de cine «cuesta sangre, sudor y sobre todo muchas, muchas, muchas lágrimas»?
 
R. Larra decía que «escribir en España es llorar» y tenía toda la razón. En España se lee muy poco y menos aún si se trata de un área específica como el cine. Los editores no arriesgan, el proceso de selección está totalmente equivocado (se editan una barbaridad de libros al cabo del año que lo único que hace es condenar la carrera de cualquier libro que consigue ser editado), acudir a la autoedición es tener todas las papeletas para que te den el timo de la estampita, apelando, precisamente, a tu vanidad. Dependes totalmente de la distribución y al final del proceso no te quedan más que las migajas. Solo los que rompen el techo de lectura pueden vivir con holgura de esto y son pocos, muy pocos.
 
P. ¿Qué proyectos se te han quedado completamente en el camino o en el olvido?
 
R. Algún que otro libro, algún que otro deseo incumplido. Un guión que escribí para Miguel Rellán basándome en La novela del ajedrez, de Stefan Zweig, dos libretos que adapté para Miriam Díaz-Aroca para hacerlos en teatro…
 
Le estoy preparando un homenaje al gran José Luis Garci, aunque me está costando mucho trabajo contactar con él.
 
P. ¿Has llegado a conocerlo? 
 
R. Pues da la casualidad de que no nos conocemos personalmente. Sí que hemos oído hablar el uno del otro porque, precisamente por mediación de Miguel Rellán, yo le dediqué un ejemplar de La imagen en el alma y él me dedicó otro, muy cariñosamente, de Solo para sus ojos, pero aún no hemos hablado cara a cara. De todas formas, estoy seguro de que ocurrirá, tarde o temprano.
 
P. ¿Qué ha aportado José Luis Garci al cine español?
 
R. Ante todo, y sobre todo, una nueva forma de mirar las películas. Con admiración, con ilusión, con esa mirada de chico cuando ibas al cine con tu mesada semanal y te la gastabas en un «fila 12, centro» de cualquier cine de la Gran Vía. En el apartado puramente cinematográfico, siempre me ha gustado mucho más como escritor que como director, y me gusta en las dos facetas. Pero, por supuesto, ha sido un poco nuestro John Ford, ese hombre que ha intentando que dos personajes se dijeran algo sin despegar los labios, que ha tratado de trasladar estados de ánimo que no se podían explicar a la mente del espectador adoptando solo el arte de la sugerencia y de la conexión. Por supuesto, es un cineasta fundamental e imprescindible para entender la historia del cine español y la historia del cine, en general. 
 
P. ¿Qué valores y competencias destacarías de José Luis Garci? 
 
R. Sus miradas. Esas miradas de sus personajes que son verdaderos libros abiertos y que no necesitan ninguna línea de diálogo para explicar lo que piensan o lo que van a decir o hacer. Eso ya lo sabemos porque Garci nos ha puesto en antecedentes, sobre todo, en lo que se refiere al dibujo de sus personajes. Su dirección siempre pausada, milimétrica, llena de amor porque es lo primero que se te viene a la cabeza cuando ves cualquiera de sus encuadres. Amor por el cine. Amor por contar historias. Amor por contar lo que ya pasó y que no volverá. 
 
P. ¿Cuál es tu película favorita de José Luis Garci? 
 
R. Yo soy muy de El crack y de El crack 2. Me parece una maravilla cómo reformula supuestos clásicos y los convierte en algo propiamente español. Brillantes e imperecederas. Clásicos que no deben faltar en la estantería de cualquier amante del cine.
«Los finales felices son historias sin acabar»
P. ¿Nos puedes contar algunas anécdotas relacionadas con el rodaje de algunas de sus películas? 
 
R. Una de ellas, puede ser, por ejemplo, el rodaje a escondidas que hicieron en todas las secuencias que tenían lugar en Nueva York en El crack. No tenían el permiso municipal para rodar y, en cuanto veían que no había policía a la vista, sacaban la cámara y rodaban como podían. Incluso en la escena del aeropuerto parece que les pillaron y, en lugar de requisar el negativo, como hubiera sido lo habitual, los policías comprendieron que aquello era una película española que, difícilmente, iba a ser estrenada en los Estados Unidos y los dejaron marchar.
 
Otra puede ser que, en la postproducción de El abuelo, lamentablemente, falleció Rafael Alonso y no todas sus partes habían sido dobladas. El resto lo hizo, con un trabajo espectacular, el actor Félix Acaso.
 
P. Las salas de cine están hechas a prueba de bomba. Llevan muchas décadas queriéndolas «matar» y se han enfrentado a «enemigos» tan peligrosos y variados cómo la radio, los discos, las crisis económicas, las guerras, la televisión, el vídeo doméstico o los videojuegos. Ahora son Internet y el streaming quienes las están «amenazando». ¿Qué opinas de las plataformas digitales como Netflix? ¿Cómo crees que será el cine del futuro? 
 
R. Es un asesinato en toda regla. Netflix está financiando películas que no están al alcance presupuestario de muchísimos productores, las estrena en cine de forma limitada y muy reducida y luego las cuelga en sus plataformas. Si pagamos por todas y cada una de las plataformas para poder ver todo lo que vayan a producir será la ruina de muchos y solo unos pocos se lo podrán permitir y el cine es un arte de masas, está pensando para que la gente vaya, que se produzca un poco esa liturgia que es llegar a una sala de cine, oler ese spray, bajar la butaca, susurrar a quien tienes al lado, dejar que la maravilla sea lo habitual en cuanto se pone en marcha el haz de luz del proyector. Sé que estoy anclado en el pasado y que Netflix y el resto de plataformas van, sencillamente, a que el cine se vea en casa, en tu televisión de mil pulgadas que jamás, por mucho que avance la tecnología, se puede comparar a la experiencia de una pantalla de cine. Puede que ese sea el cine del futuro y no estoy muy seguro de querer formar parte de él. Y aún, dentro de mí, en algún rinconcito insospechado, existe la esperanza de que el cine, el cine de siempre, sobreviva igual que sobrevivió a la televisión, al vídeo doméstico, a los videojuegos y a Internet. Quizá, como buen espectador, solo soy un ingenuo y me creo cualquier historia.
 
P. ¿Nos puedes adelantar algo sobre tus futuros proyectos?
 
R. ¡Qué difícil es contestar a esto en la situación de incertidumbre que vivimos! En el momento en que se declaró la pandemia estaba en plena lucha para publicar un libro sobre el cine clásico español, es posible que vuelva a la radio un poco más adelante y, gracias a que soy Premio Cinemasmusic 2020 y colaboro con su podcast, también intentaré echar una mano en la organización de los premios del año que viene. Lo mismo no se materializa ninguno de estos proyectos, pero habrá que intentarlo. 
 
P. ¿Le puedes mandar un mensaje de agradecimiento a tus seguidores? 
 
R. Sobre todo y, ante todo, que gracias por seguir a alguien que no lo merece, que solo recopila cosas que ve, recuerda, lee y siente y que las empezó a poner para aportar menos que un granito de arena para toda esta situación maldita que estamos atravesando. Mi creatividad se reduce a decidir qué anécdota pongo cada día. Lo demás está hecho. Y que las gracias se debe dar a todos aquellos que tienen la inquietud suficiente como para leer lo que ofrezco, de crecer, aunque sea unos milímetros, en el interior como personas gracias a conocer un poco más la trastienda del mundo del cine. Ahí está todo. Y siempre queda algo nuevo por descubrir.
 

La memoria es una virtud que tendemos a olvidar. Pero nuestro protagonista de hoy nos ha demostrado que esa virtud nos puede llevar a conocer anécdotas y situaciones que nos hacen conocer a personajes, tanto ficticios como reales, y así aumentar las leyendas acontecidas en el mundo cimatográfico. César ¡muchas gracias por tu tiempo y no dejes de twitear, esperamos que muy pronto puedas rellenar el libro…!

Gracias a Cinemasmusic por cedernos algunas de las fotografías que ilustran esta entrevista.

Puedes seguir a César Bardés en:

Blog: http://losojosdellobo.blogspot.com/

Twitter: @CsarBards

 

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