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Fernando Sánchez Dragó: «Para escribir hay que ser como un gato y meter las narices en todas partes»

Entrevista a Fernando Sánchez Dragó Parte II

Seguimos repasando la maravillososa obra del autor de «Gárgoris y Habidis», «El camino del corazón» y «La prueba del laberinto».

Segunda parte de la interesante charla que mantuvimos con el célebre escritor Fernando Sánchez Dragó, donde vas a conocer sus principales aficiones y gustos cinematográficos.

Si no has podido leer la parte I de la entrevista puedes hacerlo aquí.

«En mis obras no hay temas puesto que el tema de mi obra soy yo»
P. ¿Sigues pensando que La prueba del laberinto es tu peor novela? 
 
R. Es que es mi peor novela. Es una novela escrita precipitadamente. Es una novela escrita a tiempo para llegar a los plazos de presentación del Premio Planeta. Y es, desde luego, de todos mis libros el que menos me gusta. 
 
P. ¿Cuáles son tus libros favoritos de todos los que has escrito? 
 
R. Es como si me preguntas a cuál de mis hijos quiero más. Cada libro tiene una significación distinta. Soy muy perfeccionista. Salvo en el caso de La prueba del laberinto, donde me precipité, y eso se nota, acuciado por esos plazos de presentación del Premio Planeta. Soy muy perfeccionista y procuro no publicar nada de lo cual no esté contento. Puedo estar horas, semanas, meses, —creo que exagero un poco—, dándole la vuelta a una frase, a una coma, a un adjetivo, a un sustantivo… Normalmente todo lo que publico a mí me gusta. Eso no significa que le guste a los demás. Eso no garantiza que sea bueno o malo. Garantiza solamente que yo, como lo debe ser cualquier escritor, soy un perfeccionista.
 
Me resulta muy difícil escoger entre todos mis libros. Es verdad que hay libros que me han llevado mucho más tiempo escribir o que han tenido más repercusión en mi vida. Sin duda alguna uno de ellos es Gárgoris y Habidis. El camino del corazón sí que es mi novela favorita. Curiosamente, entre todos mis libros, el libro de más venta, incluso de más venta que Gárgoris y Habidis, es este libro con el que fui finalista del Premio Planeta. También me gusta mucho Soseki: Inmortal y tigre, el libro que le dediqué al gato aventurero que le gustaba viajar. Es una novela entera. Esta sí que es una novela pero, como siempre, dedicada a una realidad. ¡Nada más y nada menos que dedicada a un gato! 
 
Mis dos libros de memorias también me satisfacen mucho. Y luego hay un libro que no tuvo mucho éxito, porque la persona que lo protagonizaba le caía mal a la gente y la gente se retrajo, que es La canción de Roldán. La canción de Roldán es un libro que en mi opinión, y no tengo por qué ser modesto (Terence Moix decía que la modestia es una horterada) , raya casi a la altura de A sangre fría de Truman Capote o Crimen y castigo de Dostoyevski. Sin embargo fue un libro que pasó casi desapercibido. Y es un libraco de 600 páginas. Además, sudé tinta para escribirlo. 
 
Pero si me obligáis a quedarme con un libro me voy a quedar con Gárgoris y Habidis. Me voy a quedar con El camino del corazón. Me voy a quedar con Esos días azules. Me voy quedar con Galgo corredor. Me voy quedar con Soseki: Inmortal y tigre. Y me voy a quedar con La canción de Roldán
 
P. ¿Qué novela te hubiera gustado haber escrito? 
 
R. Las que he escrito. Si he escrito esas novelas es porque son las obras que yo he podido escribir. Son las obras que a mí me salen del alma. 
 
P. ¿Hay alguna temática que te hubiera gustado incluir en tus obras? 
 
R. No ha temas. En mis obras no hay temas puesto que el tema de mi obra soy yo. En la medida en la que yo a los tres años decido ser escritor el tema principal de mi obra es mi propia vida. Como lo es de la literatura de Montaigne. Un tipo de escritor aventurero como yo, que se mezcla estrechamente con la vida para poder contar la vida, es normal que se convierta en el personaje principal de sus novelas ¡Para qué me voy a inventar a un personaje! No sé si soy un gran escritor o no. Eso ya lo decidirá la posteridad, si es que llego a la posteridad, cosa algo dudosa. 
 
P. ¿Crees que dentro de 100 años se van a seguir leyendo tus obras? 
 
R. Yo creo que dentro de 100 años la humanidad se habrá extinguido. Dentro de 100 años nadie leerá a nadie. El 22 de agosto de 1920 nació Ray Bradbury, el autor de Fahrenheit 451. Ya estamos viviendo lo que profetizó Ray Bradbury hace tantas décadas en esta obra. 
 
Soy muy pesimista respecto al porvenir de la humanidad. A lo mejor la humanidad sigue existiendo, aunque lo veo difícil, pero será una humanidad que no va a leer. Será una humanidad que vuelva al primate, porque estamos en pleno proceso de retroceso retrógrado hacia el primate. Estamos volviendo a subirnos a los árboles. Por decirlo de alguna manera. Puesto que nos hemos olvidado del uso del instrumento que nos hizo hombres y que nos hizo bajar de los arboles: el lenguaje, el idioma, la lectura, la escritura y la literatura. Todo eso está desapareciendo. Y estamos regresando al mono. Todo eso que llamamos Internet es el regreso al mono. Juguetitos electrónicos. Chirimbolos. 
 
La historia ha desaparecido. La ley de Memoria Histórica es la supresión de la historia. Es la modificación de la historia. Es la reescritura de la historia. Precisamente, uno de los méritos que tiene mi último libro, Galgo corredor, es que cuento un período de la historia de España que se quiere borrar. En aquella época fui muy antifranquista como todos vosotros sabéis. Tuve cuatro procesos, estuve diecisiete meses en la cárcel, ocho de prisión domiciliaria y siete años de exilio. Yo viví todo aquello, lo palpé y lo olfateé. Nadie tiene que contarme nada. Yo sé cómo fue. Yo sé cómo fue Franco. Yo sé cómo fue la Guerra Civil, porque soy hijo de un individuo asesinado en la Guerra Civil, al cual le he dedicado un novelón de 600 páginas titulado El camino del corazón. Tú hablas ahora con los millennials, los centennials… Probablemente (Fernando se dirije al entrevistador) tú también lo seas. ¿En qué año naciste? 
 
Entre libros y televisión
P. Yo nací el 15 de septiembre de 1973.
 
R. Tú te libras por los pelos, Juanma. La gente que tiene ahora de 40 años para abajo se han creído, porque les han lavado el cerebro, porque les están contando las cosas no cómo sucedieron sino cómo se las están contando y se las están contando de una manera orwelliana. Están reconstruyendo la historia con el famoso Ministerio de la Verdad. La ley de Memoria Histórica es, seguramente, la mayor infamia de toda la historia de España. En estos momentos ya nadie sabe cómo fueron las cosas. 
 
P. Casi todos los colaboradores de esta agencia hemos crecido viendo tu programa Blanco sobre negro. 
 
R. Yo he estado casi 50 años haciendo televisión. Quizás el mejor programa de libros que yo he hecho sea Libros con uasabi. Que no sé si lo conocéis. 
 
P. ¡Por supuesto que lo conocemos! Era un excelente programa que abordaba las novedades más destacadas de las letras españolas. 
 
R. Yo he estado 48 años trabajando en televisión. Durante 48 años he sido, prácticamente, la única persona que ha hecho programas sobre libros en televisión. Ahí hay, verdaderamente, una tarea colosal. 
 
P. Hoy sería impensable hacer un programa sobre libros en televisión y que, además, lo vea la gente joven. 
 
R. Totalmente impensable. Pero, curiosamente, todos estos programas, y vosotros mismos lo demostráis, están volviendo ahora a través de YouTube. Y hay muchísima gente que los ve, fundamentalmente, gente joven. 
 
P. Pero es en un medio distinto a la televisión. 
 
R. El canal de la televisión ya es un canal obsoleto. La mayor parte de las cosas de televisión no se ven a través de canales de televisión, se miran a través de YouTube. Pero es lo mismo. ¿Qué diferencia hay entre ver un programa en YouTube o verlo en televisión? 
 
P. El medio da igual porque lo importante es que ese programa tenga alcance y llegue al mayor número de público posible. 
 
R. Efectivamente. Estoy convencido de ello. 
A pesar de... lo digital
P. ¿Qué opinión tienes sobre los libros digitales? 
 
R. ¡Los odio! ¡Los odio! Jamás he leído un libro digital y jamás lo leeré. 
 
P. ¿Prefieres que no se lea a tener que hacerlo en formato digital? 
 
R. El formato digital no me gusta absolutamente nada. Puedo leer un artículo en formato digital. Suelo leer la prensa en formato digital, pero no puedo leer un libro entero. Mi costumbre arraigada a leer libros me convierte en un ser incapacitado para la lectura digital. Tened en cuenta que quiénes leen en formato digital son las personas que ya han nacido con Internet. Los leen personas que ya se han acostumbrado a la rapidez. Los leen personas que ya se han acostumbrado a la superficialidad. Los leen personas que ya no saben leer. Por lo tanto, no le veo ningún futuro al libro digital. De hecho, se lee cada vez menos en este formato. No solo en España, incluso en Estados Unidos se leen cada vez menos libros digitales. El libro digital irá poco a poco desapareciendo. Ya lo veréis. 
 
La mayor parte de mis libros, obligado a ello por la editorial, están también en formato digital. Los míos y los de otros muchos autores. Si vosotros vierais los datos de los libros que se venden en formato digital no os los creeríais. Nadie lee en formato digital. Todo eso no es literatura. Es farfolla. Paja. Un libro mío que haya vendido medio millón de ejemplares lo llevas al formato digital y vosotros sabéis cuánto vende. Y eso lo sé porque me envían las liquidaciones los editores. ¿Vosotros sabéis cuántos ejemplares se venden en seis meses? Se venden catorce, quince, dieciocho, veinte… 
 
P. ¿Solo? 
 
R. No se vende nada. Te llegan como mucho trece euros de derechos de autor. Ese es el plan. No se lee nada en formato digital. Personalmente, no conozco a nadie que lea en formato digital. 
 
P. ¿Sigues pensando que la popularidad es lo peor que te ha pasado en toda tu existencia? 
 
R. Que no os quepa la menor duda. Es lo peor que me ha pasado en toda mi vida. Me produce horror. Yo soy un solitario absoluto. En la casa desde donde os hablo hay en la entrada unos azulejos y en uno de ellos está escrito el verso de Miguel Hernández que dice: «Yo soy yo cuando estoy solo». Y en otro la frase «Visita no acordada visita no deseada». Yo vivo en un pueblo de diez habitantes. Me he ido toda la vida de España, porque no me conocía nadie fuera de España. 
 
A mí que se me conozca no es que me desespere es que me exaspera. Una de las razones por las que vivo en este pueblo es precisamente para mantenerme aislado. Ahora llevo unas semanas sin salir de esta casa. Nunca pensé que fuera a hacerme popular escribiendo un libro. Si lo llego a saber no lo escribo. Mejor dicho, sí lo escribo pero no lo publico. Si yo pudiera rebobinar podéis estar seguros de que volvería a antes del momento en el que me convertí en un escritor conocido y popular, que fue cuando publiqué Gárgoris y Habidis. Pero esto ya no tiene remedio. 
 
Ahora, aunque intente hacerme el misterioso, me cruce de acera cuando vea a alguien conocido, aunque me niegue a hacerme selfies y cosas de esas, haga ya lo que haga, voy a seguir siendo una persona popular, conocida. Esto es un horror. Nadie que haya probado eso le puede gustar. Puede que le guste a un futbolista. Puede que le guste a un cantante. Puede que le guste a un actor. Puede que le guste, no sé, a una top model. Pero, ¿a un escritor? ¡Por favor! Escribir es un ejercicio de soledad. Escribir es un ejercicio de silencio. 
 
P. ¿Por qué te decidiste a poner en marcha un blog? 
 
R. Vamos a ver. Yo no tengo blog. Creo que vosotros os estáis refiriendo a una web. La creó un colaborador mío que se llama Javier Redondo. Pero yo no la he visto nunca. Yo no he entrado nunca en una web. Yo no sé, en realidad, lo qué es una web. Tengo las ideas,  en fin, muy confusas. Yo no sé entrar en una web y las pocas veces que he entrado, porque de repente ha aparecido en la pantalla de mi ordenador, me quedo clavado. No sé qué hacer. Nunca he entrado a esa web, a ese blog como vosotros lo llamáis. 
 
Un buen día, concretamente en el 2005, me llamó por teléfono un chico llamado Javier Redondo, que luego se convertiría en uno de mis colaboradores más importantes, y me dijo que era un gran admirador mío, que le gustaba muchísimo mi literatura viajera, sobre todo El camino del corazón, y que me quería abrir una web. Yo le dije literalmente: «Mira. Yo vivo completamente ajeno a esas cosas y por mí como si te la machacas». Se lo dije de manera simpática, naturalmente (se ríe), no con la crudeza con la que os lo estoy diciendo. Y es verdad que me la abrió. Pero como os he dicho anteriormente yo nunca he entrado en ella. 
 
Es verdad que he tenido un blog cuando escribía en El Mundo hasta que me echaron de este periódico hace siete u ocho meses. Y lo he tenido porque me pagaban. Era una cosa que me permitía escribir, que es lo que me gusta, y además me pagaban por hacerlo. Pero yo nunca he tenido un blog. Ni lo volveré a tener a no ser que alguien, cosa que no va a suceder, me lo pague.
 
P. ¿Qué te ha llevado a crear una cuenta de Twitter? 
 
R. Estaba confinado en casa con el dichoso coronavirus y lo hice para entretenerme. Yo nunca había entrado en una red con anterioridad. 
 
P. Siempre has hablado muy mal de las redes sociales. 
 
R. Sí. Es verdad. Dante cuando bajó al infierno tampoco tenía muy buena opinión del infierno.
La paradoja y... Diógenes
P. Y le acabó fascinando. La Divina comedia es sin duda una gran obra que refleja la enorme creatividad y brillantez de Dante, que le permiten concebir lo que para él es el infierno, el purgatorio y el cielo. 
 
R. Mi deber como escritor me obligaba a meterme en esa jungla que es una red. Y luego la verdad es que, sin darme cuenta y dándome cuenta, me empecé a divertir. Me empecé a divertir y me di cuenta de que había encontrado un nuevo género literario. Que lo es. El nuevo género literario que yo llamo el de los picotazos, porque Twitter te permite hablar de todo un poco. Te permite hablar de política, de religión, de cine, de filosofía, de tu novia, de lo que has hecho a lo largo del día…  Ahí hay material de sobra para escribir un libro. Es posible que lo acabe escribiendo. Creo que Pérez-Reverte lo ha hecho o tiene pensado hacerlo. Es posible que de ahí saque un libro: el libro de mis tuits. Es algo que me divierte, pero que lo hago literariamente. Procuro que sean tuits que estén bien escritos, cosa que no suele suceder en las redes. Pero vamos que tampoco tiene mayor importancia. 
 
P. Siempre has sido una persona muy coherente consigo misma y que siente, piensa y hace de la misma manera. 
 
R. Sí. Y muy contradictoria a la vez. Porque mi forma de filosofar es la del principio de la contradicción que es el principio más fecundo de la filosofía. Si tú dices que «a» es «a» no estás diciendo nada. Si tú dices «a» no es «a» o «a» es «b» ahí ya cambia la cosa. ¡Caramba! Empiezas a rascarte la cabeza. Es verdad que soy muy coherente, pero lo soy montando el caballo de la contradicción permanente, de la paradoja, de la filosofía paradójica. La de los cínicos. La de los estoicos. La de los epicúricos. La que verdaderamente me atrae. Mi personaje favorito es Diógenes. El cínico. El perro. El que vivía en un barril en Atenas. Ese es mi personaje favorito en la historia de la cultura. 
 
P. Has dicho en numerosas ocasiones que no escribes ni para vender ni para que te lean. Entonces, ¿para quién escribes? 
 
R. Es como si me preguntáis que para qué o para quién respiro. No lo sé. Respiro para estar vivo. Respiro porque si no me ahogo (se ríe muy levemente). Si no escribo me ahogo. No es que escriba para nadie. Escribo porque es lo que me gusta hacer. Porque es lo que me sale. Porque es, sobre todo, lo que me pide el cuerpo y el alma. Pero no hay un porqué. No tiene que haber un porqué para todo. La mayor parte de las cosas que suceden en la vida no tienen un porqué. En todo caso, si lo tienen, ese porqué no explica nada. 
 
Creo que una de las grandes razones del anquilosamiento del pensamiento occidental es la obsesión por el principio de causualidad. Cuando conoces la causa de algo no conoces la esencia de ese algo y de lo que se trata es de conocer las esencias, no las causas. A mí no me preocupa lo más mínimo saber por qué escribo. Lo hago y punto. Haz lo que haces. Age quod agis. Eso hago yo escribiendo. 
Experiencia vital y literatura
P. ¿Cuáles son las experiencias literarias que más te han marcado? 
 
R. Las peligrosas: las guerras, los terremotos, los viajes, los amores, ir a la cárcel, el exilio, el servicio militar… Ese tipo de cosas. Eso es lo que más me ha marcado siempre. En estos momentos resuena al fondo la voz de mi novia que dice: «¡Yo!». ¡Claro! Tú estás incluida en los amores (se ríe profundamente). Dice que ella es el más importante de todos mis amores. 
 
P. ¿Qué valores y competencias hay que tener para escribir? ¿Qué valores y competencias crees que tienes como escritor? 
 
R. Fundamentalmente dos: curiosidad y valor. Coraje. Curiosidad para meter las narices en todas partes. Ser como un gato. 
 
P. Y leer mucho. 
 
R. Naturalmente. La única forma de llegar a ser escritor, aparte de tener ese impulso, esa vocación, esa decisión, es lo que ya os he dicho antes: mezclarte con la vida para tener algo que contar, tener curiosidad y leer. Porque solo de esa manera vas a aprender a escribir bien, solo de esa manera vas a aprender a tener un estilo, solo de esa manera vas a aprender a manejar el diccionario, la morfología, la sintaxis, la gramática… En fin, todo eso y leer, leer y leer. 
 
Fundamentalmente, un escritor tiene que ser curioso, ser lector y ser valiente. Ser valiente para ser sincero. Para contar luego exactamente lo te ha pasado, lo que tú has visto y cómo lo has interpretado. Yo siempre pongo como ejemplo lo que llamo literatura samurái, que es la mía, que es la de Mishima, la del escritor que entiende la literatura como el que se hace un seppuku. El que está dispuesto a rajarse las vísceras para ponerlas negro sobre blanco. Si además eres doctor en Ciencias Exactas, hablas 47 lenguas… Todo eso te puede ayudar, pero no es fundamental para ser escritor. 
 
P. ¿Qué consejos les darías a las personas que quieran dedicarse a la escritura? 
 
R. Os los acabo de dar ahora mismo: ser curioso, ser valiente y ser sincero. Y leer. Nada más. No le daría ningún otro consejo. Bueno… Pero este es un consejo que vale para ser escritor y para ser otras muchas más cosas: tener fuerza de voluntad. Si no tienes fuerza de voluntad nunca vas a llegar a ser escritor. Escribir es un trabajo durísimo. Escribir es un trabajo de picapedrero. La soledad del escritor es algo que difícilmente puede imaginarse alguien que no es escritor. 
 
Ser escritor te obliga a ser capaz de estar durante horas, horas y horas, todos los días de tu vida o casi todos los días de tu vida, sentado delante de una mesa o echado en un sofá con un montón de libros delante o con un ordenador delante y en otros tiempos con una máquina de escribir delante. Si no eres capaz de hacer eso, si no tienes fuerza de voluntad, nunca vas a ser escritor. 
 
Porque escribir, entre otras cosas, es cortar, cortar y cortar. Corregir, corregir y corregir. Y para eso hace falta una paciencia infinita. Yo os aseguro, y lo he dicho antes y lo reitero, que soy capaz de tirarme media hora para encontrar una palabra o para colocar una coma. Si no tienes esa santa paciencia y una fuerza de voluntad para trabajar con esa paciencia nunca vas a ser escritor. O vas a ser un escritor muy malejo. 
 
P. ¿Cuál ha sido la anécdota más divertida, extraña o rara que te ha ocurrido durante tu carrera profesional? 
 
R. A los 84 años, habiendo llevado el tipo de vida que he llevado, me han sucedido 40 000 anécdotas como comprenderéis. 
 
P. Pero, ¿cuál de todas esas 40 000 anécdotas te gustaría destacar? 
 
R. Esta que cuento siempre, porque tiene mucho que ver con mi tarea literaria y que está relacionada con El camino del corazón. La mujer que tengo ahora mismo a mis espaldas se ha leído esa novela 27 veces. Escuchadme bien: 27 veces. Se la sabe prácticamente de memoria. Me está diciendo ahora mismo que si queréis jugamos al trivial con ella. Porque seguro que sabe responder a cualquier cuestión relacionada con esta novela que vosotros les podáis plantear. En cierta ocasión, yo me la encontré en un hotel, en un hotelito de jipis, en un hotelito muy barato de Tailandia, bastantes años después de haberse escrito. No sé, pongamos en el año 96 o 97. Es una novela que se publicó en el 90 y me la encontré en la mesilla de noche de ese hotel. Estaba leída y medio desencuadernada. Se la había dejado allí una persona, un lector, evidentemente, de la novela con una breve dedicatoria que decía: «Para quien tenga la suerte de encontrarla». Y la encontré yo que la había escrito (se ríe).
 
P. ¡Vaya casualidad! 
 
R. Casualidad o cosas del destino. Eso es la magia de la literatura. Esa anécdota es un episodio para mí sagrado. Ya con eso solo estoy pagado. 
«El cine es literatura en un formato diferente»
P. Y, ¿qué otras aficiones tienes aparte de la literatura?
 
R. Me gusta comer. Me gusta comer bien. Yo siempre suelo presumir de que solamente como si lo que se come es bueno. Si no prefiero no comer. Bueno… Me alimento un poquito, aunque no tenga una buena vianda a mi alcance (se ríe). 
 
Me ha gustado mucho viajar. Ahora ya no me gusta viajar, porque ya no se puede viajar. Ahora solo hay turistas. Vayas donde vayas, en el mundo de hoy, parece que estás yendo siempre al mismo sitio. Te vas a encontrar siempre con esos idiotas aglomerados que son los turistas. Ahora mismo viajo para huir de España no para ir a sitios como hacía antes. Pero siempre me ha gustado mucho viajar. 
 
Me gustan las situaciones peligrosas. Me gusta la ingesta de las nuevas entes orogénicas que ensanchan tus campos de conciencia. Me gusta, por ejemplo, a rabiar el sexo. Recuerdo que en cierta ocasión le preguntaron a mi amigo Albert Boadella en una entrevista de esas que publicaba El Mundo o algún periódico de esos: «¿A ti qué es lo que más te gusta en la vida?» Y Boadella se quedó pensando un ratito y dijo: «Pues chico la verdad es que a mí lo que más me gusta es follar». Pues a mí también me gusta mucho follar. 
 
Y luego me gusta mucho la soledad. Me gusta mucho el silencio. Y luego me gustan mucho las guerras. Esto puede resultar un poco chocante. Yo no desencadenaría ninguna guerra. Yo soy una persona sumamente pacífica y en ningún momento de mi vida he recurrido a la violencia. La violencia me repugna. Pero las guerras son el mejor laboratorio que existe para un escritor. Esto Hemingway lo sabía muy bien y lo sabía Homero y lo sabía Virgilio. Si alguien se toma la molestia de desencadenar guerras me va a facilitar la tarea literaria, porque en las guerras, cuando la muerte está cerca, es cuando el hombre saca lo mejor de sí. Es cuando el ser humano saca su verdad. Me gustan las guerras. 
 
P. Sabemos que eres muy cinéfilo y que también te gusta mucho el cine.
 
R. Sí. Soy muy cinéfilo. Estáis en lo cierto. El cine es la gran narrativa de nuestro tiempo. Por edad pertenezco a ese niño de la generación de la Guerra Civil y en aquella época el cine era fundamental en nuestras vidas. Yo iba dos o tres veces a la semana al cine durante décadas enteras a ver películas dobles. Los famosos programas dobles. Era fantástico. El cine es una afición muy literaria. El cine, en definitiva, es literatura en un formato diferente. No es un libro, pero a mí lo mismo que me gusta la lectura me gusta el cine. Eso ha desaparecido como todo. De la misma manera que antes os decía que el libro está desapareciendo, el cine también está en peligro de extinción. 
 
P. ¿Por culpa de las plataformas? 
 
R. Y antes de que llegaran las plataformas. El cine empieza a desaparecer cuando llegan los ordenadores. Cuando empiezan a hacerse las películas por ordenador. Cuando ya todo es mentira. ¡Hombre! En cierto modo el cine siempre ha sido mentira, pero no tan mentira como con el ordenador. 
 
P. Tu gran amigo José Luis Garci dice que el cine es una vida de repuesto. 
 
R. Exactamente. José Luis tiene razón. El cine desaparece en los años 90. Las películas que se hacen a partir de esa época suelen ser la mayoría de ellas muy malas. Y lo peor no es que vaya a desaparecer el cine. Lo peor es que ya han desaparecido los cines. Antes ir al cine no era solo ir a ver una película. Era salir de casa para ir a un determinado local que tenía unas características, un tipo de butacas, un tipo de olores, un ritmo… El cine era una forma de vivir. Ahora ya no. Todo eso ya ha desaparecido. Los cines son ahora una porquería que huele a plástico y palomitas. En fin, otro mundo extinguido. 
 
P. Aunque sabemos que no te gustan las listas… 
 
R. No os creáis. Las listas me divierten. Siempre que me piden una lista contesto. Me divierten mucho. No me las tomo muy en serio, porque sé que al día siguiente los títulos incluídos en esa lista cambiarían. Me divierten las listas. 
Uno de mis favoritos
P. ¿Cúales son tus actores favoritos, tanto clásicos como contemporáneos, españoles y extranjeros?
 
R. Españoles, ninguno. El cine no es español. En España no se sabe hacer cine, aunque ha habido algunas excepciones como Garci, Berlanga o Buñuel. Pero son excepciones. Los españoles no tienen talento cinematográfico. No saben colocar la cámara. Por la misma razón por la que los japoneses no son buenos toreros. No hay buenos toreros japoneses. Nunca los ha habido y nunca los habrá. 
 
P. Suponemos que porque no saben coger el capote bien. 
 
R. (Se ríe). Y los cineastas españoles no saben coger la cámara. Es bastante parecido. Y que conste que yo mismo estudié Dirección Cinematográfica e hice mucha amistad con algunos de los nombres más importantes del cine español. Gonzalo Suárez, por ejemplo, que además es un gran escritor. Precisamente, hablo de él en mi último libro: Galgo corredor. Pero a mí el cine español nunca me ha gustado. Con alguna que otra excepción rarita, a mí el cine que me gusta fundamentalmente es el americano y el francés. Son mis dos maneras de hacer cine favoritas. Pero también me gusta el cine italiano. También me gusta el cine inglés. 
 
Me gusta el cine clásico. Me gustan las películas de los años 40, 50 y 60. Esa es la historia de oro del cine. Ahí hay muchísimos nombres. Es como cuando me habéis preguntado por mis escritores favoritos. Tendría que deciros John Ford. Tendría que deciros John Huston. Tendría que deciros Howard Hawks. Tendría que deciros Fritz Lang. Tendría que deciros tantos y tantos directores. Tendría que deciros Peckinpah. Si me obligáis a escoger una sola película de toda la historia del cine, y que conste que estoy renunciando a muchas otras, cosa que me duele, elegiría La balada de Cable Hogue de Peckinpah. Es la película que más me ha llegado. La vi en el mes de septiembre de 1970 en el Cine Avenida de Madrid.
 
P. Pero, ¿cuáles son tus actores favoritos, Fernando? 
 
R. John Wayne, por supuesto. Paul Newman. Gary Cooper. Edward G. Robinson. De los grandes actores del cine clásico no hay ninguno que no me guste. Clark Gable. Si te los digo todos se convertiría esto en una nómina en la que habría más de 200 nombres. 
 
P. ¿Cuáles son tus películas favoritas o de referencia? 
 
R. Una de ellas os la acabo de decir: La balada de Cable Hogue. Os puedo decir La diligencia de John Ford con John Wayne. Os puedo decir muchas de Huston como Moby Dick o El juez de la horca. Os puedo decir La reina de África, que también es de Huston. 
 
P. Vemos que uno de tus géneros cinematográficos favoritos es el cine de aventuras. 
 
R. También la literatura de aventuras lo es. Vuelvo una vez más a la épica. Me gustan mucho los wésterns. Creo que el wéstern es la historia sagrada de los Estados Unidos. 
 
P. ¿Crees que el wéstern es el género cinematográfico por excelencia? 
 
R. Seguramente sea el género cinematográfico por excelencia de la misma forma que el género narrativo por excelencia son La Ilíada, La Odisea y La Eneida. Ese es el verdadero cine clásico y eso solo lo saben los americanos. De mi admiración por el wéstern viene la defensa a ultranza que hago del derecho de los norteamericanos al porte de armas y a defender su propiedad y su propia vida con las armas. Cosa que escandaliza mucho aquí en Europa. 
 
También quiero hacer constar en esta entrevista que Garci, además de ser un gran cineasta, es un gran cineasta americano. El cine que hace Garci es americano. El cine que hace Garci es de un estilo indudablemente americano. Como lo es hasta la empuñadura la película suya que más me gusta que es You’re the One (una historia de entonces). Supongo que la habréis visto. 
 
P. Claro que la hemos visto, Fernando. You’re the One (una historia de entonces) es una de las mejores películas del maestro José Luis Garci y también uno de sus filmes que más nos gustan. 
 
R. Eso es cine americano puro. Y todas las de Garci lo son. Pero no os olvidéis de que Garci, además de ser un gran cineasta, es un gran escritor. Escribe de una forma extraordinariamente bien y, además, de una manera muy amena y atractiva. Es un gran escritor. Aunque haya tocado también temas que son muy españoles como en El abuelo, aunque en realidad es un tema muy universal, o Tiovivo c. 1950, José Luis sigue siendo muy americano. La trilogía de El crack es puro cine negro de Hollywood. Eso es Humphrey Bogart.
Y continúa escribiendo
P. ¿Cuáles son tus futuros proyectos? 
 
R. No digáis nunca futuros proyectos. Todos los proyectos son futuros. Eso es una muletilla que dice ahora mismo todo el mundo. Mis futuros proyectos, como vosotros lo llamáis, son escribir, cuidar de los míos y amar mucho a esta mujer que tengo aquí detrás. 
 
P. ¿Cuándo piensas escribir el tercer libro de tus memorias? 
 
R. Ya lo he empezado a escribir. 
 
P. ¿Cuántos años tendremos que esperar tus seguidores para poder leerlo? 
 
R. Los que sean necesarios. Espero tener fuerzas y vida para poder terminarlo. Se va a titular, seguramente, Una flor amarilla. Los años viajeros Y luego llegarán los años en los que irrumpo en la escena de la literatura que conecta con la España mágica. Después llegarán los años melancólicos, los años de la recta final, los años crepusculares. Debería escribir, por lo menos, tres o cuatro volúmenes más para que considere mi obra culminada. Aunque a lo mejor me muero antes (se ríe). 
 
No lo puedo garantizar porque yo soy un escritor lento. No soy un escritor veloz. La editorial calcula que la tercera parte de mis memorias aparezca en 2022. He escrito muchos libros. Novelas solo he escrito seis. He escrito muchos libros, porque estoy escribiendo desde que me acuerdo. Horas, horas y horas, prácticamente todos los días de mi vida, escribiendo. Pero no porque sea un escritor rápido. Yo no creo en el escritor rápido. Yo creo que la tarea del escritor es una tarea lenta. 
 
P. ¿Con qué frase te gustaría que te recordaran? 
 
R. Escribió. Ya tengo pensado mi epitafio:  «Cuidó de los suyos y escribió». Cosa que siempre he hecho. A mí me gustaría que dijeran de mí: «Escribió». Porque realmente no he hecho otra cosa a lo largo de la vida. 
 
P. ¿Les puedes enviar un mensaje de agradecimiento a tus seguidores? 
 
R. Muchas gracias estimados y respetados lectores. Y muchas gracias a Juanma y a ViveOnline por esta entrevista.

Hemos desbrozado a un trotamundos de la literatura, a un personaje polifacético que se ha nutrido de sus vivencias, de sus lecturas de lo que le rodea para dejarnos un legado literario de su visión del mundo. El tiempo… esas horas y horas frente a un papel en blanco, una máquina de escribir o un ordenador y su soledad de creador… ¡Gracias Fernando por esta interesante entrevista! ¡Y a Juanma, director ejecutivo de nuestra Agencia por el mimoso tiempo dedicado a esta conversación!

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4 comentarios en “Fernando Sánchez Dragó: «Para escribir hay que ser como un gato y meter las narices en todas partes»”

  1. José Luis Moreno de León

    Interesante y amena entrevista a un escritor tan controvertido y singular como Fernando Sánchez Dragó, al igual que como persona. Muy encomiable.

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